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EDITORIAL
LOS CAMINOS DE LA UNIDAD SE HAN CONJUNTADO El Papa Juan XXIH, al convocar el Concilio Vaticano 11, dijo que deseaba Ia celebración de un concilio ecuménico de Ia Iglesia Católica "para buscar los caminos de Ia unidad cristiana". Cuanta sabiduría contenía este propósito nos Ia ba demostrado Ia historia del movimiento ecuménico moderno. A raíz de Ia Conferencia misionera de Edimburgo (1910), los ecutnenistas no católicos se trazaron fervorosamente sus propios caminos para llegar a L· unión de los cristianos. Caminos que quedaron pronto dibujados, según los afanes de los tres conocidos movimientos ecutnenistas de "Evangelización", "Vida y Acción" y "Fe y Constitución". Al principio, cada uno de estos movimientos ponía todas las esperanzas en su "propia visión". Para los misioneros no había tnejor camino que el de "Ia evangelización" (conversión). Para los hombres del "cristianismo práctico", todo estaría conseguido en el momento que los cristianos "trabajaran juntos en acciones concretas" de tipo social, educativo, benéfico, etc. Y para los "doctrinarios" el problema se resolvería en cuanto unos y otros aclararan los puntos de dogma y estructura apostólicos. Por su parte, paralelamente, Ia Iglesia Católica también tenía trazado "su propio camino", el del "retorno". Camino que proponía, repetidamente, desde los documentos magisteriales de los Pontífices Romanos, que seguían Ia marcha hacia Ia unidad con sinceridad y responsabilidad. ¿A qué, por tanto, venia Juan XXIII pidiendo un concilio "para buscar los caminos de Ia unidad"? ¿Es que no estaban ya trazados? ¿Es que cabría buscar otros nuevos?
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