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ESTUDIOS
DAVID HUME, HOY
I
Se cumple en este año de 1976 el segundo centenario de Ia muerte de David Hume. Y Io primero que llama Ia atención de quien quiera hoy registrar el significado de su persona y de su obra es Ia abundantísima bibliografía que en los dos últimos siglos ha ido acumulándose en torno al gran pensador escocés. Esta circunstancia dificulta en extremo Ia labor de poner en unas páginas cosas que no sean ya sabidas y que puedan contribuir —en cierta medida, cuando menos— a delinear 3l perfil humano e intelectual de Hume con mayor claridad. Se da entre nosotros Ia tendencia justificable de subrayar aquellos aspectos de Ia epistemología humeana que han hecho de su autor, de entre todos los pensadores del siglo XVIII, el de mayor actualidad en el orden filosófico1. La modernidad de Hume, a Ia que se ha aludido tantas veces, se debe a una doble circunstancia: En primer lugar, Ia declaración kantiana que reconoce a Hume como el encargado de despertar al de Koenigsberg de sus duermevelas dogmáticas, ha sido, y todavía Io es para algunos, Ia frase feliz que por sí sola ha dado a Hume un lugar privilegiado en Ia historia del pensamiento de Occidente. El enorme prestigio que Ia figura de Kant disfruta en Ia Europa Continental sitúa a Hume en un puesto cuya importancia casi exclusiva radica en ser vía de paso. A fuerza de mirar a Hume desde Kant y de no añadir a Ia cuenta del primero ninguna otra cifra de importancia, ha quedado el filosofo de Edimburgo, para muchos, relegado a Ia ingrata condición de pensador transicional en el que rara vez merece Ia pena hacer un alto. La segunda circunstancia que explica —con mayor razón, según pienso— Ia actualidad de Hume, es el tono de algunas filosofías que por el mundo corren en estos tiempos. El moderno positivismo, tan popular en las círculos de Ia filosofía anglosajona, recurre con no poca frecuencia a Hume, más que a MiU, cuando quiere buscar los indicios de su simiente histórica. Esa busca es legítima, y a eUa se han dedicado recientemente no pocos estudios, algunos de indudable valorz. Mas, con ser importante, Ia cuestión de reconocer en Hume un precedente de movimientos filosóficos estrictamente actuales nos pone a pique de volver a las andadas y de transitar por el filósofo escocés sin detenernos apenas en él.
1 Véase, Enrique Tierno Galvan, Prólogo a David Hume, Ensayos Políticos (Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1955). 2 Cito uno de ellos: Ferhang Zabeeh, Hume, Precursor of Modern Empricism, segunda edición (Martinus Nijhoff, La Haya 1973).
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