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El orden de palabras en el latín renacentista
El latín renacentista —lo mismo que el medieval— presenta como primera característica el ser una lengua escolar, entendiendo por tal, Ia lengua que es aprendida non dalle nutrid nelle culle, ma da maestri nelle scuole e non tutti, anzi pochi l'apprendiamo: e pressa, no a ciascuna ora Ia usiamo, ma di rado, e alcuna volta non mai, tal como señala Pietro Bembo (1525, lib. 1, 145)1. El estudio, por tanto, de ambas modalidades o fases del latín entraña el estudio de Ia escuela, esto es de los métodos de descripción de Ia lengua en los que ésta se aprendía. Sin esta forma de proceder, estaremos siempre en peligro de obtener impresiones erróneas. En efecto, sabemos que —por poner un ejemplo— el Brócense escribía siempre concio, concionator, a pesar de propugnar Ia pronunciación [Kikero] para Cicero y de recomendar Ia norma de que «7a, te, ti, to, tu, se diga siempre, aunque tras Ia ti se siga vocal, ut 'gratia' 'iustitia'» (Núñez, 1989, 617). Y es que para los humanistas concio (sc. contio) se creía derivado de con-ci[e]o (= «convocar») (Núñez, 1991, 232). Ahora bien, en el Renacimiento no es sólo Ia gramática Ia encargada de Ia descripción del latín, sino que al aprenderse esta lengua con el único objetivo de servir de vehículo de Ia expresión culta, será también Ia retórica Ia encargada de esta tarea, constituyendo una especie de método de perfeccionamiento de los conocimientos aprendidos en el nivel del gramático2.
1 Es decir, en el mismo sentido que, en los tiempos actuales. Ie ha dado D, Norberg (1977, 51-63). 2 Cf. Fco. Novella (1641): «corno afirma Ludovico Carhone: licet Latinitatis initia traduntur a Grammatico, tamen perfecta, et absoluta puraque Latinitas ab his traditur, qui Rheíoricam docent.
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