|
Virgilio, el gran poeta de Ia latinidad
El año 29 a.C. César Octaviano regresaba de Oriente y, no se sabe por qué motivos, aunque según Ia Vita Bernense 1 pudo ser por motivos de salud: una afección a Ia garganta Ie detuvo cuatro días en Atella, ciudad de Campania. Allí Ie esperaban Mecenas y Virgilio y, durante aquellos días, Ie leyeron los cuatro libros de las Geórgicas, alternándose en Ja lectura el poeta y su amigo2. La obra del poeta agradó sobre manera a Augusto, que sin duda alguna apreció inmediatamente los méritos literarios de Virgilio. Pero tal vez se alegró mucho más por haber encontrado un poeta que secundase admirablemente sus proyectos e intereses políticos e interpretase sus designios. Mecenas, que había animado y estimulado a Virgilio, se sentía feliz ante las complacencias de Augusto. Los dos hombres de estado se preocupaban seriamente ante las condiciones en que se encontraba Ia agricultura. La cuestión agraria había sido acuciante desde hacía mucho tiempo, y ahora más que nunca. Iba desapareciendo Ia pequeña propiedad, y Ia clase media se hacía cada vez más rara. Se constituía el latifundio improductivo, y los romanos se alejaban cada vez más de los campos que resultaban cargados de problemas de difícil solución. No faltaban algunos aristócratas que sentían frente a los campesinos los mismos sentimientos de disgusto que Escipión Nasica, del cual se cuenta que, al estrechar Ia mano callosa de un campesino, Ia retiró disgustado, diciendo: «Pero ¿qué pasa? ¿Es que caminas con las manos?. Para salir
1 Cf. Vita Bern., 27. 2 Según Büchner, no se puede dudar ni de Ia lectura ni del sitio en que tiene lugar, aunque no sepamos los motivos por que se detuvo en Atella, cf. Virgilio (Ediz. italiana, Brescia 1963) p. 55.
lí
|