|
DiEc t. XXIII, n. 77 (1988) 329-331
DECLARACIÓN DE MAX THURIAN (2.4.1988)
Algunos amigos me han pedido que responda a sus preguntas y yo Io hago con mucho gusto, por cuanto me parece que no se trata de una cosa extraordinaria, sino de un acto normal en Ia evolución continuada de mi pensamiento y de mi vida. Quienes me conocen profundamente y desde hace mucho tiempo estarán de acuerdo conmigo. He sido ordenado presbítero en Ia Iglesia católica en Nápoles. Había establecido vínculos estrechos con esta Iglesia. Encontré en Nápoles una Iglesia fraterna, cuya vida litúrgica me marcó profundamente, sobre todo durante Ia Semana Santa. ¡Cuántas veces deseé concelebrar con el Obispo y con mis amigos sacerdotes reunidos en Ia Catedral para las ordenaciones el Domingo de Ramos, el Jueves Santo...! Me impresionaron Ia fe, Ia confianza, Ia alegría del Cardenal Conrado Ursi, su amor por Ia Palabra de Dios y Ia Eucaristía; él me mostró cómo Ia catolicidad implica Ia generosidad de espíritu y de corazón. El nuevo Arzobispo de Nápoles, S. E. el Cardenal Miguel Giordano, también es para mí un verdadero hermano y amigo. Quise dar discreción a mi decisión para que nadie sufriese a causa de los rumores que podrían derivarse de ella, y porque esta misma se inscribe en un camino que quiere ser puramente espiritual, según el Evangelio: «Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada Ia puerta, ora a tu Padre que está en Io secreto...» (Mt 6, 6). Al pedir libremente Ia ordenación al Arzobispo de Nápoles, estaba claro que no abandonaba a nadie, que no renegaba de nada de cuanto había recibido como cristiano anteriormente: se trataba sólo del cumplimiento de mi bautismo, de mi ministerio y de mi profesión religiosa en el reconocimiento y Ia fidelidad a Ia Comunidad de Taizé. Mantengo un profundo respeto por Ia tradición refor329
|