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EL CULTO DE LA FORMA
1. No se puede separar el escritor del hombre. Y si todo escritor ha de ser original —Io contrario sería meterse a dibujar garabatos ajenos— Io será en Ia medida en que sea hombre. Pues sólo por eso puede el escritor crear, dar origen a algo nuevo. El bruto se distingue del hombre por esta falta de poder de invencón. El elefante sigue imperturbable su marchamo histórico: Io mismo hoy que hace dos mil años. El elefante no tiene historia. La palabra es un don de si mismo: toda una creación. No es precisamente el ruido ni Ia caligrafia Io que Ie pedimos a Ia palabra. Necesitamos su vida humana. Y el vivir es total, arrollador, indivisible. Dime cómo escribes y te diré quién eres. El escritor se nos da en su obra como él es, enteramente. La palabra es el hombre. 2. La literatura no es un adorno de las ideas, como algunos alegremente creen. Es una forma de nuestras ideas, un modo peculiar de ser concebidas las cosas. Ante Ia visión de un monte batido por Ia tormenta un hombre cualquiera nos suelta : «cayeron rayos sobre el monte». Horacio va a decir Io mismo con distintas palabras: «Júpiter alanceó los montes» '. No hay duda de que el gran vate lírico ha visto algo que escapó a Ia retina del otro y ha sacado mejor partido ; se ha llevado del monte mayor tajada.
HoR.. Carm., I, 2-3: et rubente > dextera sacras jaculatus arces.
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