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TEXTUS ET COMMENTARII
BIENAVENTURADOS LOS MANSOS PORQUE ELLOS POSEERAN LA TIERRA *
por ALBERTO COLUNGA, O. P. (fl
Es un axioma bien conocido que todos desean ser felices, bienaventurados, y en Ia Sagrada Escritura se atribuye a muchos esta condición. El Salterio comienza declarando bienaventurado al varón, que se aparta de Ia senda de los malvados y camina por Ia que marca Ia ley del Señor. También considera como bienaventurado al ministro de Ia divina justicia, que estrella contra el muro a los hijos de Babilonia. En cambio, el Salvador, en el Evangelio, llama bienaventurados a los que no se escandalizan de su persona, y a los Apóstoles les dice también bienaventurados por que han logrado ver Io que muchos reyes y profetas desearon contemplar, sin lograrlo. Pero muy particularmente el Señor, en el Sermón del Monte, nos ofrece un cuadro de las bienaventuranzas, que concede a cuantos poseen ciertas condiciones morales, que guardan estrecha relación con el reino de los cielos, tal como El Io predica. Entre estas bienaventuranzas se halla Ia que sirve de epígrafe a estas páginas, que ocupa en el texto de Ia Vulgata el segundo lugar y el tercero en el texto griego. El número de las bienaventuranzas será, según Ia opinión corriente, de ocho, aunque no faltan expositores que, fundados en Ia forma literaria de su redacción, las reducen a siete, el número sagrado tantas veces repetido en Ia S. Escritura. La forma de las siete consta de dos partes, Ia primera, que indica Ia condición del bienaventurando, y Ia segunda que señala el premio que a Ia primera corresponde. Este premio viene a ser
(*> Nos honramos con Ia edición, a título postumo, de esta nota sobre Ia segunda de las bienaventuranzas, escrita por el llorado maestro de nuestra Universidad, P. Alberto Oolunga. Aguardaba en nuestros archivos el momento de su publicación, cuando Ia muerte sorprendió al autor, abriéndole las puertas de Ia Bienaventuranza. «Salmanticensls», 9 (1902).
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