|
EDOMENlS: MORAL Y MORALIDAD EN LA GESTIÓN PÚBLICA
I. PLANTEAMIENTO Moralizar Ia vida colectiva es una exigencia que dimana de Ia vida misma. Es dimensión del hombre y de Ia dignificación humana. Un humanismo político es indisociable del componente ético. Anda en juego Ia posibilidad misma de Ia convivencia política y aun de su concepto. Una concepción moral del hombre político es, pues, todo un grave reto para Ia reflexión. El tema, por Io demás, reviste hoy urgencia máxima a Io largo y ancho de nuestro mundo. La gestión pública necesita en nuestro tiempo más que nunca toda una reconsideración ética dirigida a quienes han de representar y promover el bien común de las colectividades humanas. Por esto mismo, parece oportuno recordar ahora que alguien como Francisco Eiximenis se preocupara con insistencia, hace ya siglos, de este grave problema. La cuestión de una convivencia radicada en Ia moral es ya antigua en Ia filosofía. Casi tanto o más que Ia filosofía misma. Sócrates entendía Ia vida ciudadana mucho más que como mero ámbito vegetativo en el que se nace, se crece y se muere. Ciudad es para él pedagogo y paideia, conductor de vida, referente de valor, ley y criterio de bien. Y por ello no rehuirá el veredicto ciudadano, aunque Ie condene a morir. Platón y Aristóteles heredan Ia honda convicción de que vida política es indisociable de vida moral. Más aún: Ia política integra a Ia moral y Ia moral culmina en Ia política. Concepción que perdurará hasta el estado de Maquiavelo, cuya separación entre ambas dimensiones tantos recelos y polémicas habrá de provocar 1. El hombre medieval, heredero también en esto de griegos, romanos y cristianos, vive un planteamiento trascendente del orden político. Y piensa Ia política a Ia vez como espacio sacro y ámbito moral en refuerzo mutuo. Por eso Ia demanda ética frente a Io políti-
1 Cf. A. J. Cappelletti, 'Ética y política en Aristóteles', en Pensamiento, 32, n. 127 (1976) 323-328. Observaciones básicas sobre el tema.
|