|
SUAREZ Y LAS RAICES ESPIRITUALES DEL BARROCO ESPAÑOL
I. SlGLO DE ORO Y BARROCO
Queremos acercar estos dos conceptos, aparentemente distantes y en muchos aspectos opuestos. Aquél es, en Io político, grandeza, éste marcado por Ia incipiente e incontenible decadencia. Los astros literarios del barroco español barruntan el inevitable declive de Ia España imperial y filipina; son sus más avisados agoreros; amargura de un Quevedo y criticismo cáustico de un Gracián. Sin embargo, es admitido y aun celebrado el hecho de que el barroco artístico, exuberante y pletòrico, tiene como base Ia realidad política, social y espiritual del Siglo de Oro, de nuestro quinientos estrellado con figuras de primera magnitud. Ahondar en esta singular relación es Io que nos proponemos en estas reflexiones históricas, que, por Io que ahora nos interesa, van a contraerse a] campo preciso de Ia Escolástica renaciente, quinientos y seiscientos, y, dentro de ella, a un representante comprensivo de todo ese mundo intelectual, al teólpgo y filósofo Francisco Suárez. Suárez y Cervantes mueren casi en Ia misrna fecha (1617 y 1616, respectivamente). Momento que bien puede decirse paso del dorado XVI al claro-oscuro XVII. ' Si recogemos los rasgos más característicos del barroco, apuntaríamos con Eugenio D'Ors que aquél es una constante histórica que viene corrientemente detrás de un período de Io clásico; muy enfrentado por E. D'Ors el uno con el otro; ortodoxia y panteísmo (cifra de confusión disarmónica); clasicismo puro intelectualista, normativo y autoritario; barroquismo puro vitalista, libertino, abandono, veneración de Ia fuerza; barroco Io natural, popular, rural (folklore); Io clásico reproduce los procesos de Ia cultura, Io barroco reproduce los procesos de Ia naturaleza; aquél columna cilindro; éste columna árbol; aquél razón-eternidad; éste movimiento-vida, incapaz de racionalización. Añadamos, como contraste, abstracción-experiencia, sentimiento y voluntad frente a intelecto y orden, libertad y espontaneidad frente a norma y sumisión. Recogemos también, en los modos de expresión, frente a Ia sobriedad de Io clásico, Io desbordado de Io barroco; en Io clásico se agotan las formas, en
|