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Una simple ojeada a ías Leyes basta para darse inmediatamente cuenta del importantísimo papel que Platón ha concedido, en su obra postuma, a Ia vejez, No sólo Io delaía Ia figura del anciano ateniense —que se levanta por encima de sus interlocutores por su sabiduría—, sino que, dentro de Ia misma dialéctica de Ia obra, Ia cualidad de «anciano» lleva involucrado en sí el derecho a mandar l, Y además hay que tener en cuenta, que, en Ia organización de Ia ciudad platónica, el poder político reside en el Sínodo nocturno, constituido por los ancianos. Añadamos a ello Ios honores que deben concederse a ancianos y progenitores por parte de los jóvenes (por ejemplo Leyes, IV, 717 c, y sgtes.) tanto en vida como después de muertos, y tendremos una idea del papel primordial que Ia vejez debe desempeñar en Ia ciudad imaginada por Platón en los últimos años de su vida -. ;í Bury ha visto en ello «another sign of its author'age>. No hay duda, ciertamente, de que las propias experiencias de Platón Ie indujeron a conceder una importancia excepcional a esta etapa de Ia vida. Pero creemos poder demostrar que hay motivos más hondos para que Platón haya colocado al anciano en esta privilegiada posición. En efecto: existe en el libro I de Ia República —fechado con
Cír. Leyes III, 690 a. Véase: Sui-XEKER: itinéraire dialectique des Loi$ et sa signification philosophique, en: Revue Philosophique, 1953, págs. 379 y siguientes. Este artículo ha llegado a nuestras manos cuando habíamos ya redactado estas líneas, y nos place ver en él algunas afirmaciones que concuerdan enteramente con nuestra tesis. Cfr. pág. 384: LA>pposition jeunesse-vieillesse a donc, che/. P3aton, une signification p h i l o s o p h i q u eprécise». Cír. además píígs. 381 y3842 Cfr. Leyes, ilI,*680 e: Ia realeza patriarcal, el mejor régimen.
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Laws, Londres, 1920/pág, XV,
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