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ACCION, MAXIMAS Y NORMAS
De acuerdo con los movimientos pendulares que corresponden al talante de cada época, detrás de nosotros tenemos una etapa que ha acentuado Ia unidad en nombre de Ia universalidad racional y de Ia fundamentación última. En el presente, en cambio, nos encontramos ante Ia impresión de multiplicidad y nos adentramos en formas de vida alternativas. Por tanto, resulta una elección salomónica tratar el tema de Ia «Unidad y multiplicidad». En Io que sigue pretendo mostrar, desde el punto de vista de Ia Filosofía práctica, que ambos aspectos están de hecho en conexión, y por qué Io están. La posición de Ia unidad, entendiendo por tal el establecimiento de normas para nuestra actuación, se asienta sobre Ia base histórico-cultural de una pluralidad de orientaciones, que yacen previamente en las máximas que guían nuestro actuar concreto. De ahí mi tesis de que Ia normación (Normierung) expresa de Ia acción no tendría sentido si no hubiera un material necesitado de ella. La normación comienza allí donde el actuar adolece de una constitutiva carencia de unidad, por más que, al acomodarse a Ia regulación, no esté pura y simplemente exento de ordenación en el sentido de Ia pura arbitrariedad. En todo caso, aquella regulación prenormativa es válida sólo parcialmente y, en tanto no sea revocada, queda confiada al buen parecer de cada uno, cambiando con Ia interpretación de las situaciones a las que se aplica Ia actuación. Me parece que este estado de regulación imperfecta representa el supuesto cultural de Ia promulgación de las normas. Con Io cual se excluyen las teorías normativas —tales algunas concepciones jurídicas— que reducen el problema a mostrar sólo Ia validez legal. Pero tampoco aciertan las propuestas que, siguiendo a Kant, interpretan las normas en términos de una razón no condicionada históricamente, a Ia que consideran como una característica antropológica del sujeto de Ia acción o de Ia especie hombre o de Ia sociedad como tal. Creo más bien que, tanto Ia racionalidad como Ia vigencia de las normas, no se pueden separar de su transfondo histórico-cultural, a partir del cual adquieren su perfil. Por esto, el problema de las normas debe ser tratado en estrecha conexión con Ia realidad de las máximas. Pero, ¿de dónde proceden las máximas?
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