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ETICA DE LA PAZ
«Son excelentes los frutos de Ia paz o tranquilidad, y de Ia contraria discordia intolerables los males: por Io cual debemos desear Ia paz, buscarla si no Ia tenemos, encontrada guardarla, y con todo el empeño rechazar Ia contraria discordia» .
Este texto de un clásico nos sirve de pórtico para nuestro tema, pues expresa bien el universal deseo de paz. Tan universal es Ia aspiración a Ia paz que «los mismos amantes de Ia guerra —dirá S. Agustín-— no desean más que vencer, y, por consiguiente, ansian llegar guerreando a una paz gloriosa» . Es decir, hasta los profesionales de las armas, los militares, parecen tener como razón de su existencia Ia protección de Ia paz y coinciden en el deseo de Ia misma: el militar es un hombre «que desea Ia paz con el mismo fervor que los más fervientes defensores de ella, con Ia matización de que están dispuestos a dar Ia vida por mantenerla o por recuperarla cuando se rompe» . De esto se deduce, primero, que Ia paz es un bien humano muy importante y, segundo, que su defensa y promoción constituyen a Ia vez una tarea política y una tarea ética no menos importante4. Esto supuesto, no dejan de sorprender los siguientes datos, ofrecidos por Ia Academia de Ciencias de Noruega: «Desde el año 3.600 a. C. hasta el presente
1 Marsilio de Padua, Defensor pacis (Editorial Tecnos, Madrid 1989) p. 5-6. 2 La Ciudad de Dios, 19, 12, 1 (BAC, Madrid 1958, vol. XVI-XVII), p. 1.393. 3 Palabras del Director de Ia Academia General Militar de Zaragoza. En busca de ¡a paz (Centro Pgnatelli, Zaragoza 1986), p. 253. 4 Todos los autores Io abordan. Santo Tomás, por ejemplo, Io estudia dentro del tratado sobre Ia caridad, //-//, q. 29.
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