|
ACTUALIDAD
NECR OLOGICAS EDUARDO FERNANDEZ REGATILLO Lo conocí una tarde otoñal de 1935 a Ia vera del camino de Peñarredonda, en La Cardosa, que es Ia colina donde se asienta el edificio, sede entonces de Ia Universidad de Comillas. Yo, diácono recién llegado a Comillas, traía una opinión mitificada del P. Regatillo; un canonista excelso, juez inapelable en Ia solución de cualquier "caso canónico", fuera el que fuese y. por tanto, en mi concepto, un ser alto, aureolado y difícilmente asequible. "Mira, ese es Regatillo", me dijo mi veterano compañero. Menudo de cuerpo, con una sotana raída, las gafas anticuadas más cerca de Ia punta de Ia nariz que de los ojos, el breviario en una mano, con Ia otra acariciaba el testuz de una vaca plácida de Ia granja comillesa. "Animalitos de Dios, animalitos de Dios", decía. De un golpe adiviné un alma franciscana, de sencillez suma, que disimulaba una personalidad de excepción. Cuatro años más tarde, terminada Ia guerra española, hubo que ir a organizar Ia semana santa y el cumplimiento pascual en un pueblo grande de Santander. Allí fuimos el P. Regatillo y dos sacerdotes discípulos. El trabajo ininterrumpido de pulpito y de confesionario desde Ia mañana hasta Ia noche resultaba agobiador. A las dos de Ia mañana nos llevaron por fin a una menos que modesta habitación de dos camas. El P. Regatillo tomó su breviario: Aperi Domine... Yo hice Io mismo. "Acuéstese, acuéstese: hoy no Ie obliga". Pero él sí rezaba... Cuando después de tres días regresamos a Comillas yo estaba fatigado hasta el agotamiento total. "Mañana no se levante; tenemos que descansar". Pero luego yo supe que él a las seis de Ia mañana estaba en su escaño de Ia iglesia; era Ia hora de Ia oración mental. Había nacido en Novales (Santander) en 1882. Cuando murió, el 5 de noviembre de este año de 1975 había cumplido noventa y tres años de peregrinación terrena y setenta y cuatro de vida religiosa en Ia Compañía de Jesús. A los diez y nueve se había hecho jesuita con el propósito decidido de consagrarse a las misiones de infieles y en ese proposito perseveró durante muchos años; sólo Ia obediencia Ie hizo desistir de ello. El mismo Io contó en su discurso de recepción como socio honorario de Ia Asociación española de canonistas el día 2 de diciembre de 1971 : "En Ia Compañía entré con ánimo de consagrarme a las misiones de infieles. TaI fue mi pensamiento constante en ellas, pero ¡ay!, Ia Provincia jesuita de Castilla a Ia que yo pertenecía, no tenía misión viva de infieles. Cuando he aquí que, estando yo haciendo en Galicia esos pocos años de Magisterio que solemos, terminados los estudios de filosofía, nos llega una circular del P. Provincial, comunicándonos que el Papa encomienda a Ia Provincia de Castilla Ia misión de Anking, en China. Yo vi abierto eI horizonte de mi ideal. Era el último año de mi Magisterio. Sin tardanza escribí al Provincial que en vez de ir a estudiar Ia Teología a Oña, me mandase directamente a China, donde no faltaría algún seminario donde estudiar Ia Teo-
|