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Notas bibliográficas
Salmanticensis 54 (2007) 661-667
José Antonio Martínez Puche (Coord.) Mártires dominicos españoles. 92 religiosos, religiosas y seglares de la Familia dominicana martirizados en la persecución religiosa de 1936 (Madrid: Edibesa 2007) 292 pp.
Este libro es un breve martirologio de la Orden de Predicadores (o dominicos) desde el siglo XIII hasta nuestros días. La ocasión de recordar a muchos de ellos, desde el protomártir san Pedro de Verona, asesinado en 1253 (cf. p. 23) hasta sor Isabel Ascensión de San José, anciana de 76 años brutalmente martirizada el 16 de febrero de 1937 (cp. pp. 289-290) ha sido la reciente beatificación en Roma (28.10.2007) de 92 de ellos, víctimas de la persecución religiosa en España durante la guerra civil. Beatificación “políticamente” controvertida, aunque algo menos que la de 2001 presidida por Juan Pablo II (cf. pp. 45-80), los mártires siguen siendo dignos de reconocimiento por parte de la Iglesia y motivo constante de acción de gracias a Dios. El martirio es inherente a la Iglesia porque ésta nace y se asienta sobre el gran Mártir inocente de la humanidad que es JESUCRISTO. Los penúltimos mártires beatificados, todavía esperan serlo 63 dominicos y dominicas más, por no hablar de otros y de otras, fueron víctimas –como mucha más gente- de una barbarie que estalló no por culpa de ellos. Son mentira las “razones” que algunos alegan para edulcorar la sinrazón de esos bárbaros asesinatos. Es muy oportuno que se exponga una breve pero harto elocuente Introducción (cf. pp. 83-100) que nos refresque a todos “la memoria histórica”, de la que tanto se habla y que tan poco profundiza en las razones políticas y sociales de aquella explosión de odio contra el chivo expiatorio que menos culpa tenía en el caos creciente engendrado desde el año 1931. A la Iglesia no le correspondía acabar con el hambre y la miseria en un país civilizado, democrático, moderno y liberal, como algunos alardeaban de que lo era España desde 1812, o querían que lo fuese, a base de luchar contra la Iglesia, desamortizarla, exclaustrar la vida religiosa, matar a sus ministros y destruir el patrimonio artístico-religioso del país. Por eso conviene “hacer memoria”, sacar luz desde dentro y desde fuera de nuestras fronteras para que ilumine las mentes y haga comprender la Babel apocalíptica que se cebó sobre la España de ese decenio (1931-1939), haciendo de la Iglesia su esquivada y preferida diana.
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