|
RECENSIONES
Archimandrite Cophrony, La felicité de connaître la voie (Ginebra: Labor et Fides 1988) 191 pp. El Archimandrita Sophrony nació en Rusia a finales del siglo pasado. Su sed del Absoluto Ie lleva primero hacia la pintura y Ia mística orientales. La llamada de Cristo-Dios Ie conduce más tarde al monte Atos donde se hace monje, eremita, después sacerdote y padre espiritual. Tras Ia segunda guerra mundial vuelve a Occidente para transmitir el mensaje de su maestro el Staretz Silouane que será canonizado en 1987. Ha fundado en Inglaterra una comunidad monástica de Ia que es aún hoy el guía e inspirador. Bajo el título La felicité de connaître Ia voie se han agrupado textos que el Archimandrita Sophrony ha redactado en diferentes épocas de su vida, espaciadas en el tiempo; unos, hace más de treinta años, otros apenas hace cinco o seis años. La redacción de Ia primera parte de esta recopilación «De l'unité de l'Eglise à l'image de Ia Sainte Trinité» remonta a los años 50. La versión recogida aquí con algunas modificaciones de forma es Ia pubUcada por Ia revista Contacts. Analiza el misterio de Ia Santísima Trinidad desde diferentes aspectos. El texto ruso de Ia segunda parte «Des fondements de l'ascèse orthodoxe», apareció en Ia misma revista traducido al francés en 1954. En cuanto a Ia tercera parte, «Mystères de voies du salut», agrupa Ia traducción francesa inédita de los capítulos 4-8 del original ruso: Voir Dieu tel qu'il est (Essex 1985); estos capítulos no figuraban en Ia versión de este libro publicado por Labor et Fides en 1984 y reeditado en 1988. El autor expone esta vía como testigo, Ia ha practicado en el curso de su larga vida Io que proporciona al libro el telón de fondo y Io marca con el signo radiante de Ia experiencia. Este camino pasa, en primer lugar, por el conocimiento de los principios de Ia ortodoxia, que tienen sus raíces en los dos grandes misterios, el de Ia Santísima Trinidad y el de Ia Encarnación, explicados en Ia primera parte. La doctrina de Ia salvación aparece aquí como deificación personal en Ia que «el hombre entero, alma y cuerpo, se transforma en Dios por Ia gracia». Pero esto no podría realizarse sin una ascesis exigente, inspirada
185
|