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EL YO Y SU DONACIÓN PRERREFLEXWA
1. INTRODUCCIÓN Mi interés en estas páginas no se orienta hacia ningún aspecto del mundo externo, poblado por Ia inmensa variedad de cosas que se extienden en el espacio y en el tiempo; ni hacia el mundo ideal de los números, las especies, las categorías..., carente de ubicación espacio-temporal. Tampoco me voy a ocupar del amplio conjunto de experiencias subjetivas que integran Ia vida consciente, en Ia que viene a donación más o menos originaria Ia complejidad del mundo objetivo, ya sea real o ideal. Aquí me gustaría centrarme tan sólo en el polo más interno e íntimo de Ia vida, en el sujeto propiamente dicho, en el yo que vive Ia multitud de experiencias conscientes abiertas a las diversas realidades del mundo. Dicho de modo más técnico, mi tema de estudio va a ser el yo, entendido como unidad de las vivencias que integran cualquier presente de conciencia y, sobre todo, como núcleo de identidad de Ia multitud de vivencias que transcurren temporalmente en una sucesión continua. Mostraré que, en realidad, a pesar de todas las críticas de Ia postmodernidad, Ia existencia del yo constituye un dato innegable, y describiré los modos de acceso que tenemos a él, poniendo de relieve Ia decisiva importancia que adquiere en este punto Ia donación prerreflexiva de Ia subjetividad. He de señalar ya desde un comienzo que, contra Io que pudiera creerse, no podemos apelar aquí a Ia construcción social del yo, porque no se trata de determinar cómo se forma Ia personalidad en las primeras etapas de Ia vida, ni cómo llega a elaborarse un yo-objeto que sea reconocible en un plano social intersubjetivo. El problema que tenemos entre manos es mucho más fundamental. Consiste en pensar acerca de Io que podemos caracterizar como un protoyo, un yo originario, entendido como sujeto puro, como unidad que permanece en el transcurso de las múltiples vivencias. En el nivel más primigenio de Ia vida subjetiva, habría pues no sólo el vivir, sino el yo vivo; no sólo el cogitare, sino
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