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En la actualidad, el abordaje de temáticas que involucran a la bioética tiene el
riesgo de mover un avispero de ideas y formar con ellas paredones impenetrables. En
ellas se pueden hacer pasadizos que viabilicen el diálogo divergente, o simplemente
murallas que lo frenen con posturas divergentes. En el presente trabajo se corre ese
riesgo al entrecruzar dos temas que son capaces de provocar diversos sentimientos que
pueden ser extremos o neutrales. Por un lado, se ubica la misma ciencia bioética que por
su propia índole, ella misma genera un mundo de discusiones, donde la ciencia y técnica
muchas veces están obligadas a pasar por la lente de una valoración ética porque se
involucran dos campos: el primero, abarca las posibilidades técnicas y un gran abanico
de propuestas morales hace que esa ciencia sea un ambiente de fuertes tenciones. El
segundo se intenta acercar a ese panorama con un estudio elaborado desde la propuesta
del teólogo J. Ratzinger quien tiene una visión concreta, aunque para algunos muy
particular, en relación a las temáticas que involucran a la bioética y los aspectos de la
vida humana.
Aunque la bioética como ciencia es considera una materia bastante joven, ella
misma nace de una larga tradición de la medicina y todos los dilemas morales que la
acompañaron durante siglos. El mismo nacimiento de la ciencia, su autodefinición, el
campo de la investigación han sido definidos en el siglo pasado donde en un cierto
momento se despertó un serio interés por establecer un código normativo. Pero
sinceramente, parece ser que hoy, el tiempo de los mismos debates sobre la ciencia
bioética es un aspecto del ayer. La actualidad expone otro interés, donde los debates
universitarios o de los congresos ya no impactan tanto, como todo lo que pasa en los
laboratorios, donde la efectividad importa más que la eticidad. El mundo parece estar
cansado de las normas y se fija en algo concreto, algo que marca los efectos dictados
por distintas clases de necesidades. Pero eso no significa que han de abandonar las
preguntas más profundas y relevantes, autorizando ese remplazo, que consiste en dejar
de lado las preguntas morales. El sentido común reclama la existencia de otro factor de
la dimensión humana que sobrepasa lo biológico. Esto recuerda que existen normas que deben regir y custodiar el trato del hombre.
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