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FAM 20(1999) 113-118
Sobre la carta del Papa a los ancianos
José Román Flecha Andrés Universidad Pontificia de Salamanca
Como es bien sabido, en otras ocasiones el Papa ha escrito cartas a los niños, a los jóvenes o a las familias. Todos los años, con motivo del Jueves Santo, escribe una carta a los sacerdotes. En este año 1999, dedicado por las Naciones Unidas al Anciano, el Pontiñcio Consejo para los Laicos ha publicado un interesante documento titulado La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y en el Mundo. Con este mismo motivo, también Juan Pablo II ha querido sumarse a las múltiples iniciativas que se han llevado a cabo a lo largo del año, escribiendo "su" carta personal a los ancianos. La carta, firmada el día primero de octubre de 1999, está dividida en ocho partes, que comprenden 17 números. Sin embargo, en esta breve presentación, tratamos de compendiar su contenido situándolo en el marco de los tres pasos que suelen articular nuestras catequesis: la observación de la experiencia, la referencia a la revelación cristiana y el retomo a la realidad social con un propósito renovado de presencia y testimonio.
1. U n a mirada a la experiencia
La carta del Papa, en efecto, no encierra un análisis sociológico o estadístico de la situación actual de los ancianos, como tampoco pretende ser una reflexión ética sobre la ancianidad. Es una carta que nos parece incluir y ofrecer las pautas para una catequesis cristiana sobre la ancianidad y una exhortación con más de im destinatario. De ahí que se puede descubrir entre líneas un esfuerzo, aunque modesto y limitado, por evocar algunos aspectos de la realidad en la que se sitúan las personas mayores. Al volver su vista a la sociedad, el P a p a descubre algunos aspectos negativos y preocupantes, pero también otros datos que posibilitan el renacer continuo de la esperanza.
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