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BECENSIONES
doras de temas bíblicos. Estas relecturas se hacen a Ia luz del acontecimiento de Jesús... (p. 177). Jn 8, 31-59 es un midrash del SaI 118. El cuarto evangelio utiliza técnicas hermenéuticas parecidas a las rabínicas: enunciado del tema o anuncio del sujeto, juego de palabras con cambio de sentido, el qal wahomer, explicación de un texto por otros... El midrash, sin embargo, no significa que el texto no contenga controversias ni falta de lógica, si se mide ésta con el patrón occidental. Es simplemente reconocer que el redactor, al presentar ciertos acontecimientos de Ia vida de Jesús, los ha presentado a Ia luz de las Escrituras, acostumbrado como estaba, por su formación judía, a leer Ia Escritura comentada, (p. 194). Jn 8, 31-59 es un midrash cristiano. Esto no dice nada en contra de su historicidad. Sólo afirma que Cristo se convierte en el centro del midrash cristiano. Y así, desde el midrash, Abraham existió únicamente en función de Jesús. La comunidad judeo-cristiana, al celebrar Ia fiesta de los Tabernáculos, ha reinterpretado el SaI 118 en función de Jesús: es Cristo el portador del conocimiento que salva. Definir un texto como midrah significa que Ia Iglesia primitiva releia Ia Escritura para demostrar que Jesús era el cumplimiento de las Escrituras. En el texto de Jn 8, 31-59 asistimos al proceso de separación de Ia comunidad judeo-cristiana del judaismo... La conclusión nos presenta Ia liberación —punto de partida del magnífico estudio de Manns— como un proceso, que no es precisamente económico o político, sino el proceso por el que puede abordarse Ia alienación fundamental del hombre. De esta tremenda alienación es de Ia que el hombre debe ser liberado. Y evidentemente esta liberación trasciende con mucho Io político y Io económico. Felipe F. Ramos
2) DOGMÁTICA C. Tresmontant, Introducción a ia teología cristiana, Biblioteca Herder, Sección de Teología y Filosofía, 156 (Barcelona, Herder 1978) 733 pp. Nos hallamos ante uno de tantos intentos actuales por presentar Ia fe de forma sintética y coherente, aunque ya nos advierte el autor que su «intención no es Ia de Ia de escribir un tratado de teología completo (24, 503), sino más bien exponer los grandes temas o ejes de toda teología cristiana. Más importante es tener en cuenta Ia motivación personal que Ie lleva a emprender Ia obra: «El cristianismo está hoy rodeado y envuelto por un vaUadar de errores y contrasentidos... tan alto y compacto, que siquiera con Ia mejor voluntad del mundo, a un espíritu formado hoy en las ciencias positivas Ie resulta prácticamente imposible comprender qué es el cristianismo» (14). «La verdad es que Ia mayoría de los términos fundamentales que constituyen y caracterizan Ia lengua de Ia teología cristiana y aún utilizados imperturbablemente por los predicadores, no son más que -ruidos» para nuestros contemporáneos. Ya no contienen ninguna «información», ninguna significación, por Ia muy senciUa razón de que no están traducidos a un lenguaje inteligible» (16-17); su objetivo es mostrar que no hay incompatibilidad entre Ia teología y el hombre creyente por un lado y Ia ciencia y el hombre científico por otro (cf. 24).
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