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En torno al orónimo Moncayo
Huelga decir que cualquier lingüista o filólogo sabe cuán difícil es discriminar y elucubrar sobre hidronimia y toponimia, porque se trata de transitar por un terreno lingüístico muy resbaladizo y quebrado, perdido y situado con frecuencia en el oscuro amanecer del Neolítico o en Ia interminable noche de Ia Prehistoria, donde nos falta, Ia mayoría de las veces, luz y sendero para orientar los pasos. Sin embargo ahí están, obstinadas a revelar su secreto, esas palabras milenarias arraigadas al tiempo y al espacio, algunas de ellas tan viejas como el hombre mismo, reclamando Ia atención de los estudiosos, para que descifren y lean su enigma y mensaje, como una esfinge más. Sirva Io expuesto, para justificarme de que, ante las muchas dificultades de los estudios de toponimia, no intento hacer un estudio acabado del orónimo Moncayo, sino exponer a Ia luz de Ia crítica mis elucubraciones y sugerencias sobre su composición lingüística y sobre su existencia en los epigramas del poeta español M. Valerio Marcial con el nombre propio de Caium en acusativo. En efecto, dos epigramas del poeta me han servido de puente para acercarme al compuesto lingüístico Moncayo. Este poeta nos ha legado, como muestra de aprecio a su «patria chica», un selecto material de gran valor para Ia hidronimia y toponimia, con nombres sobresalientes como Tagus, Bilbilis, Salo... y el orónimo Caium. Hénos aquí uno de sus pasajes que nos situará en Ia pista de este orónimo:
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