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PENSAMIENTO HISPÁNICO
ALFONSO DE CARTAGENA Y EL METODO GEOMETRICO
De paso para un estudio más amplio —del que estas líneas son sólo Ia parte mínima que ahora puedo adelantar— surgió ante mis ojos una faoeta nueva en Ia ilustre personalidad de Alfonso de Cartagena o de Santa María, «nuestro primer humanista»í. Y me pareció conveniente avisar de ello, en primer lugar por su notable significado dentro del aire renovador que rodea Ia figura e ideas del gran pensador casteUano*. En segundo lugar, porque surge aquí un nuevo eslabón que vincula el pensamiento medieval al moderno, dentro del criterio continuista hoy prevalente en estudios sobre el último medievo y Ia modernidad europea, tales como los de E. Garin, A. Heller o P. O. Kristeller, por citar sólo tres nombres de nuestros mismos días3. En tercer lugar, porque hasta ahora nadie —que yo sepa— ha llamado Ia atención sobre este punto. Me refiero a tó utilización del método geométrico en el Defensorium unitatis chistianae de Alfonso de Cartagena. Ni siquiera el editor de este escrito, el atento investigador M. Alonso, reparó en este interesante detalle4. Tampoco los estudiosos del pensamiento hispano de esa época, los más
1 Así Io llama J. L. Abellán, Historia critica del pensamiento español, vol. I: Metodología e introducción histórica (Madrid 1979) p. 347. La actividad y preocupación de Alfonso por los clásicos ^-Séneca, Cicerón, Aristóteles— suele considerarse como el punto de arranque deI humanismo en España. 2 La dimensión profundamente innovadora del pensamiento de Alfonso de Cartagena en ideas, métodos y orientaciones doctrinales Ia muestra el reciente estudio de O. di Camillo, Ei humanismo castellano del siglo XV (Valencia 1976). La figura de Alfonso es central en este estudio. Pero trata su pensamiento particularmente en pp. 49SS., 128ss., 137-93, 203-26. 3 Para una visión asl puede consultarse el último libro traducido a nuestra lengua de P. O. Kristeller, Ei pensamiento renacentista y sus fuentes (México 1982) espec. cap. VI: «La filosofía renacentista y Ia tradición medieval», pp. 150-86, donde recoge y reitera ideas en sentido continuista, mantenidas constantemente por el eminente investigador de estudios sobradamente conocidos que no los mencionaré aquí. De E. Garin citaré también las últimas obras hasta ahora traducidas a nuestra lengua: La revolución cultural del renacimiento (Barcelona 1981), cuyos dos primeros ensayos (pp. 31-105) proporcionan elementos para entender que se trató de una lenta transformación cultural iniciada en plena edad media; Ciencia y vida civil en el renacimiento (Madrid 1982); Medioevo y renacimiento (Madrid 1981), donde se muestra, entre otras muchas cosas, que el renacimiento no constituyó una «novedad radical». Aludo también a Ia obra recientemente traducida de A. Heller, Ei hombre del renacimiento (Barcelona 1980), que insiste en el proceso socioeconómico a partir de Ia edad media (cf. p. 33). 4 Los datos técnicos de Ia edición, cuyas páginas reproduzco sin más en el texto para evitar engorrosas notas, es: Alonso de Cartagena, Defensorium unitatis christianae (Tratado en favor de los judíos conversos), Madrid 1943. La edición es de M. Alonso, quien Ia introduce con un prólogo quizá un tanto alejado del contenido filosófico del texto.
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