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NOTAS PARA UNA INTERPRETACIÓN DE «LES MOUCHES», DE SARTRE, COMO PIEZA DE CRITICA RELIGIOSA
I.^DBSERVACIONES INTRODUCTORIAS GENERALES En Ia historia reciente de Ia crítica de Ia religión se pueden distinguir dos grandes corrientes. La primera de ellas, de carácter eminentemente filosófico, sería aquéEa que, tomando su punto de partida en las tesis expuestas al respecto por pensadores como Ludwig Feuerbach y Karl Marx, critica Ia religión como una forma de Ia alienación metafísica del hombre, de graves e incluso nefastas consecuencias en el orden histórico concreto del desarroUo socio-político de Ia humanidad. Pero a pesar de Ia generalmente conocida parcialidad, de Ia hoy día casi universalmente admitida unilateralidad en que suelen caer los pensadores más representativos de esta corriente en sus análisis explicativos del fenómeno religioso, y particularmente en el análisis de aquel punto en el que realmente se decide todo, a saber, en el punto del origen de Ia religión en general, a pesar de eUo, repetimos, no se puede negar que esta corriente de Ia crítica filosófica de Ia religión está atravesada de punta a punta por Io que nosotros aquí quisiéramos denominar, simple y llanamente, Ia experiencia de Ia seriedad del fenómeno religioso. Una experiencia ésta que no solamente se manifiesta en el aspecto formal de Ia argumentación filosófica por Ia que se pretende criticar o negar Ia religión, sino también en Ia presentación misma del contenido de Io criticado como contenido experimental que, por vía de inversión profunda, puede ser revalorizado en cierta forma. Un expositor típico de esta experiencia de Ia seriedad del fenómeno religioso es, sin duda alguna, Ludwig Feuerbach, a quien frecuentomente se ha llamado el más piadoso de los ateos modernos, y con derecho, según pensamos. Pues, ¿quién podría negar hoy que Ia verdadera tarea que Ludwig Feuerbach asignaba a su «nueva filosofía», como negación de Ia teología, era justamente Ia de realizar, por Ia vía de Ia inversión radical, Ia posición de Ia religión como política, en el sentido de una sacralización absolvente del Hombre? ¿Cómo negar que Ludwig Feuerbach no pretendió, en el fondo, sino asentar las bases para que el hombre pudiese ser religioso de nuevo y en forma nueva? ¿Y Marx? ¿Cómo explicar su mesianismo revolucionario sin Ia experiencia de Ia seriedad del mensaje —si bien profundamente secularizado— de redención y salvación del hombre, tan genuino, tan exclusivamente propio de Ia tradición reMgiosa judeocristiana?
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