|
ESTUDIOS
Salmanticensis 47 (2000) 5-34
LA VERDAD COMO PRAXIS
Insatisfecho y ansiando una revelación de Io alto, el Fausto de Goethe abre el Nuevo Testamento y lee el comienzo del evangelio según san Juan: «En el principio estaba Ia Palabra». Inmediatamente, Fausto reacciona ante este mensaje y se niega a aceptarlo. No puede estar de acuerdo en que sea preciso otorgarle tanto valor a Ia Palabra. Así que se decide a retraducir aquel versículo escribiendo por cuenta propia: «En el principio existía el Sentido». La verdad es que tampoco queda satisfecho con el resultado y trata de ensayar una nueva forma: «En el principio estaba Ia Fuerza». Sin embargo, ya en el mismo momento en el que escribe esta nueva expresión, algo Ie avisa de que no ha de rendirse tan pronto. Es preciso hacer un nuevo intento. De pronto, parece lleno del Espíritu y escribe, decidido: «En el principio existía Ia Acción». Ése parece ser el final de su proceso de búsqueda. Se ha dicho que en ese preciso instante, simbolizado por Ia inquietud de Fausto ante Ia «buena noticia tradicional», nacía Ia época moderna y nacía con ella su protagonista: el ser humano que parece dedicar un verdadero culto religioso a Ia acción. Pero los aullidos del perro de Fausto, que se revuelve en un rincón de Ia habitación en Ia que él escribe, parecen revelarnos, al mismo tiempo, que ninguna traducción es inocente. Al traducir Ia Palabra por Ia Acción, el demonio ha entrado en Ia escena del mundo. La «acción» parece haber sustituido a Ia reflexión. De pronto, es más importante actuar que escuchar. Para el hombre fáustico, no es Ia palabra Ia que juzga a Ia acción, sino que es Ia acción Ia que hace germinar y fructificar a Ia palabra. El mundo moderno ha abierto sus puertas al imperio de Ia praxis. Es más,
|