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La simulación clínica es una disciplina que está siendo incorporada cada vez más frecuentemente en los currículos de las Ciencias de la Salud. Aunque no es algo nuevo, la simulación ha sufrido un gran desarrollo desde finales del Siglo XX hasta nuestras fechas, convirtiéndola así en un requisito casi imprescindible para la adecuada enseñanza de la medicina y la enfermería. El desarrollo tecnológico y el abaratamiento de los medios de producción ha llevado a que contemos con un gran catálogo de simuladores, tanto de baja, media y alta fidelidad, que nos permiten realizar muchos tipos de intervenciones distintas, adaptándose siempre al objetivo de aprendizaje y al nivel de los participantes. Además, se ha creado toda una metodología especifica alrededor de la simulación, lo que le confiere aún más importancia y ayuda a su universalización y unificación. En España ya contamos con organismos dedicados específicamente a la promoción e institucionalización de la disciplina, como la Sociedad Española de Simulación Clínica y Seguridad del Paciente. Su eficacia como método de enseñanza ha sido más que demostrada. Sin embargo, debemos tener en cuenta los efectos que está simulación tiene sobre los participantes en la misma, que pueden influir en el rendimiento de estos. Emociones, como la ansiedad, inciden en los participantes de manera negativa, provocando que su actuación en la simulación se vea afectada, lo que conlleva un descenso del aprendizaje.
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