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SANZ DEL RIO, RELIGIOSO
PRELUDIO El tema es fascinante. Lo religioso en nuestra vida pública de los dos últimos siglos viene orquestado con resonancias y disonancias desconcertantes para quien no esté muy metido en nuestras cosas. El krausismo de Ia pasada centuria removió convulsivamente el alma nacional; cosió y rasgó tradiciones; desencadenó polémicas; abrió insondables interrogantes. Todavía hoy percibimos sus ecos. Posiblemente con más paz de espíritu para acercarnos a Io íntimo de aquellas almas y leer Io que hay, Io que hubo, y no sólo Io que se puso, en eUas. Difícil para aqueUos tiempos medir Io religioso con otra medida que no fuera Ia de una ortodoxia católica oficial, o todavía más, Ia de una ortodoxia nacional. Hecho claro es para esta ortodoxia que los krausistas españoles del XIX no fueron «buenos católicos», Io que ya les hizo aparecer ante Ia opinión pública como no buenos españoles. Los krausistas no podían faltar en el catálogo de los «heterodoxos» que tan católica y españolamente redactó M. Pelayo. ¿Quizá detrás de todo esté el «infiel» de Ia guerra santa lanzado contra el que no está con Mahoma? ¿O el mismo grito lanzado desde el campo cristiano contra el «infiel» musulmán? ¿Serán todavía hombres reUgiosos los seguidores de Krause aquí en España? Y ¿con qué suerte de reHgión? En un contexto más amplio que el cercano español, en los ambientes católicos del último Concilio romano, Vaticano II, se reconoce, por primera vez de un modo auténtico y solemne, Ia parte de verdad y santidad, «quae vera et sancta» * de otras religiones, matizando o corrigiendo Ia tesis tradicional de Ia religión cristiana (católica) única religión verdadera. Por este lado y en las presentes circunstancias también se abre Ia posibilidad de un tratamiento de Io religioso en el krausismo con horizonte más despejado. Precisemos los límites de nuestro estudio. No pretendemos reconstruir una teología del krausismo2. Ni siquiera el tema general de Ia religión, ni en los krausistas ni en Sanz del Río. Queremos sólo meternos en Ia realidad de su vida y aUí auscultar el latido religioso que Ia acompaña y Ia cualifica. Y esto únicamente en el origen de todo el movimiento, en su creador e inspirador, Sanz del Rio. En una palabra, su religiosidad personal. Arduo y expuesto si no contáramos más que
1 Declaración sobre las relaciones de to Iglesia con las Religiones no cristianas, n. 2. 2 Aludimos a Ia reciente obra de F. Martín Buezas, La teología de Sanz del Rio y del krausismo español (Gredos, Madrid 1977).
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