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REVELACIÓN Y ENCUENTRO CON CRISTO
Al analizar los numerosos viajes de Juan Pablo II, con las reuniones y discursos que los jalonan, cabe advertir diferencias y peculiaridades, que obedecen a su adecuación al ambiente y a los problemas del país concreto de que se trate. Pero resulta fácil detectar a Ia vez algunas constantes, sea respecto a Ia forma de actuar sea con relación al mensaje mismo. De hecho, a través de las vicisitudes de los años pasados desde el todavía cercano pero ya distante 1978, su Pontificado resulta enormemente unitario, surcado, desde el primer momento, por un proyecto o línea de fondo que unifica las diversas actuaciones. Uno de los textos expresivos de esa actitud radical es, por Io que se refiere a los pronunciados durante su viaje a España, el discurso dirigido a los teólogos en Salamanca: «La situación de Ia cultura actual, dominada por los métodos y por Ia forma de pensar propios de las ciencias naturales, y fuertemente influenciada por las corrientes filosóficas que proclaman Ia validez exclusiva del principio de verificación empírica, tiende a dejar en silencio Ia dimensión trascendente del hombre, y por eso, lógicamente, a omitir o negar Ia cuestión de Dios y de Ia revelación cristiana». «Ante esa situación —proseguía—, Ia teología está llamada a concentrar su reflexión en los que son sus temas radicales y decisivos: el misterio de Dios, del Dios trinitario, que en Jesucristo se ha revelado como el Dios-Amor; el misterio de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que con su vida y mensaje, con su muerte y resurrección, ha iluminado definitivamente los aspectos más profundos de Ia existencia humana; el misterio del hombre, que en Ia tensión insuperable entre su finitud y su aspiración ilimitada Ueva dentro de sí mismo Ia pregunta irrenunciable del sentido último de su vida» x.
1 'Discurso a los teólogos españoles' (Salamanca, l.XI.82) n. 3.
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