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BIBLIOGRAFIA
I.
1) Sagrada Escritura
RECENSIONES
L. Monloubou, Profetismo y profetas (Madrid, Ed. Fax, 1971) 253 pp. Con buen criterio el traductor ha cambiado el título original ("Profeta, ¿quién eres tú?") por este más genérico que da idea del contenido de Ia obra. En realidad el fenómeno "profético" bíblico, aunque pueda tener concomitancias con algunos movimientos extáticos cananeos en los primeros tiempos del asentamiento de las tribus allá por el s. XI, sin embargo, muy pronto se despega de las manifestaciones "extáticas" y "coribánticas" para centrarse en torno a una función esencial en el entramado religioso de Israel. Los sacerdotes, infieles a su misión, descuidaron su deber de enseñar Ia Ley, limitándose a las manifestaciones de culto. Por eso Dios suscitó a estos genios religiosos de distintos estratos sociales para reanimar Ia antorcha del yahvismo en tiempos en que las influencias religiosas cananeas amenazaban con ahogar las antiguas tradiciones del desierto. Por ello son llamados "hombres de Dios", y ellos mismos se denominan "centinelas" de Yahve para anunciar los peligros que se cernían sobre una sociedad que se había plegado a los condicionamientos idolátricos de los cananeos. El autor, en un capítulo introductorio, estudia someramente los posibles anteci:dentes del "nabismo" israelita, para luego destacar Ia originalidad de este movimiento espiritual dentro de las mejores líneas del yahvismo tradiciona. Por eso, el deuteronomista destaca que el primer "profeta" fue el propio Moisés (Deut. 18. 15-18), como amigo e intérprete directo de las decisiones divinas. Y esto mismo viene a decir el profeta Oseas (12. 14). Pero cuanclo Israel comenzó a organizarse como nación, empezó a emerger un movimiento espiritualista "contestatario" frente al conformismo de una sociedad que parecía vivir de espaldas al yahvismo tradicional. Primeramente urgía Ia necesidad de erradicar Ia idolatría incluso exigiendo que desaparecieran los lugares de culto mixto. Las "confraternidades" de los profetas constituyeron un equipo de colaboración de gran vigor en los tiempos de Elías y Eliseo, pero pronto degeneraron; y así los profetas del s. VIII a.C. hacían gala de no pertenecer a ellas. Se consideraban enviados directos de Dios y trasmitía oráculos de amenaza y esperanza en una situación en que los invasores asirios parecían ahogar a los dos estados hebreos. Es en ese comento cuando el nab"i desempeña su función estelar anunciando los peligros, y declarando el advenimiento de un futuro mesiánico después de una épocíi de pruebas. El autor va comentando estas diversas situaciones, haciendo ver que estos colosos del espíritu son personas "comprometidas" con Ia problemática social de su tiempo, ya que para ellos Ia salvación está en Ia teocracia ideal, pues carecen de luces sobre Ia retribución en ultratumba; por eso, Ia salvación del individuo está dentro de Ia perspectiva de triunfo de su pueblo bajo Ia presencia directa de Yahve. Sus diatribas contra los oligarcas tienen aún vigencia en cuanto que urgen los derechos de los desheredados. Pero les falta Ia perspectiva del "espiritualismo" radical del Evangelio. Con todo, sus figuras resultan ejemplares por su autenticidad de vida y su santa intransigencia. Por ello, sus "denuncias proféticas" no tienen nada que ver con las prédicas de quienes hoy se complacen en condenar las injusticias sociales, pero viven
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