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HISTORIA DE LA FILOSOFIA ANTIGUA Y MEDIEVAL
EL CUERPO INFINITO EN LA FISICA DE ARISTOTELES
Estas páginas surgen de una extraneza tan sorprendida que linda con Ia admiración. ¡Aristóteles no habla del espacio! Probablemente Ia dificultad de lectura de Ia Física, además de otras causas obvias, está en esa misma admiración. TaI es Ia costumbre, el hábito, el horizonte en que nos movemos, que para nosotros no tiene sentido —al menos desde las feroces discursiones entre Leibniz y Newton— hablar de física si no es en un marco decididamente espacial. Siempre tenemos como marco de referencia al espacio-tiempo en Ia misma idea de todo Io que luego podamos decir. Pero, no deje de notarse, un espacio-tiempo en el que el tiempo es poco más que un acompañante del espacio; hasta el punto que, cuando el discurso se hace demasiado largo con el espacio y comienza a faltar el tiempo, con faciUdad se añade que Io que concierne al tiempo es muy parecido que Io dioho respecto al espacio, sin más que cambiándolo de lugar convenientemente. Como decía, pues, al menos desde el siglo xvii nuestro horizonte en el que se plantean y se discuten los problemas de Ia física es un horizonte en el que el referencial esencial es el espacio. No deje de advertirse también que el tiempo, además de esa cualidad como de apéndice que Ie acabamos de notar, comienza a tener una falta de transparencia neblinosa. Si, el tiempo está ahí y es parte fundamental —aunque siempre en segundo lugar— del referencial espacio-temporal, pero se trata de un tiempo en el que Ia cualidad que se podría pensar esencial del tiempo ha desaparecido; me refiero a Ia cualidad de tener orientación irreversible. Recuérdese que Ia variable tiempo en Ia física —si se exceptúa Ia termodinámica, y esto todavía hay que verlo de cerca— es reversible, sin más que poner un signo negativo. En cualquier fórmula de Ia física nada acontece de decisivo si ponemos —t en lugar de +t. No creo que Ia teoría de Ia relatividad haya hecho nada esencial para cambiar el punto al que me refiero. Ha hecho sin duda mucho más complejo el referencial espacio-temporal, pero no Io ha quitado de su lugar. Ha dado quizá mayor relieve e incluso mayor autonomía al tiempo, es verdad; sin embargo, en Io que aquí quiero apuntar no es un cambio decisivo. Bien es cierto que ha hecho Umitado al universo, proclamando a Ia vez que no tiene sentido hablar de un espacio —ni por muy «vacio» que sea— fuera de él. No me refiero aquí, en mi admiración, a esa diferenciación entre
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