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RENUNCIA A PRIVILEGIOS 1. Introducción
Recordemos Ia situación de este tema dentro del conjunto de Ia Declaración. El Episcopado español, después de haber hablado en Ia primera parte de Ia Iglesia y el orden temporal, trata en Ia segunda de las relaciones entre Ia Iglesia y el Estado. Comienza estableciendo unos principios generales y pasa después a ofrecer Ia aplicación que de los mismos puede y debe hacerse a algunos problemas actuales. Esta aplicación se hace en algunas ocasiones con cierto temor, que produce inhibición ; por ejemplo, cuando al hablar de Ia confesionalidad del Estado se transfiere el juicio práctico sobre ella al mismo Estado. En otras ocasiones Ia vacilación es manifiesta, como en el caso del régimen económico. En cambio, al hablar de Ia renuncia a los privilegios, Ia posición del Episcopado español es clara, aunque las expresiones no siempre Io sean, y Ia única limitación que se expresa es Ia de salvar Ia decisiva competencia de Ia Santa Sede. Si ésta no decide otra cosa, los Obispos españoles desean renunciar a los privilegios. Y dan unas razones: Fidelidad consigo mismos, pues ya anteriormente se habían declarado en este sentido; fidelidad a Ia doctrina evangélica enseñada por el Concilio, ya que saben "que Ia Iglesia no ha de poner su esperanza en los poderes humanos" ; deseo de "poner más en claro Ia necesaria distinción entre Iglesia y Estado", ya que Ia renuncia a los privilegios "dará mayor relieve a Ia mutua independencia de ambos y, como resultado, eliminará no pocos problemas". Insistimos en que Ia posición es clara, y las razones convincentes. Sin embargo, se establece una distinción que no a todos parecerá igualmente clara. Advierten los Obispos que hay que "precisar claramente Io que es un verdadero privilegio y Io que son derechos fundamentales de Ia Iglesia en orden al cumplimiento de Ia misión salvifica". Establecen un paralelismo con el Estado que "tiene derechos indeclinables, por ser sociedad independiente y autónoma dentro del campo propio". Así también "por su parte y por Ia misma razón tiene Ia Iglesia irrenunciables derechos en su propio terreno". Por eso ni Ia Iglesia concede privilegios al Estado cuando Ie reconoce sus prerrogativas, ni pide privilegios cuando reclama que se Ie reconozcan sus derechos.
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