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LA UNIDAD DE LA IGLESIA
JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ALONSO Profesor de Eclesiología - U. P. S.
La tensión dialéctico-real de Ia escisión de Ia cristiandad, concretizada en millones de personas que no comulgan con el mismo pan, que no obedecen al mismo pastor, que no se adhieren al Cristo de Ia revelación total y del mensaje de Ia voluntad de Dios sobre su Iglesia se patentiza en nuestros afanes, en nuestras discusiones, en nuestras alegrías y tristezas ecuménicas. Cristianos como nosotros no podemos permanecer ajenos ante el divorcio eclesial entre un mensaje de Dios al mundo, una encarnación concreta de su amor, un pueblo elegido graciosamente, una comunidad de testigos de su amor al hombre realizada en una Iglesia y múltiples ecclesiolae que desvirtúan esta unidad. Es evidente que, en una concepción Cristo-céntrica de Ia eclesiología en toda su vasta gama de problemas y —en concreto— en el caso de Ia consideración de los signos, propiedades o notas de Ia Iglesia, Ia única concepción coherente en el cristianismo, el tema de Ia unidad no podemos reducirlo a un problema humano y, por consiguiente, al tratar de aportar una solución a Ia crisis de Ia unión entre los cristianos, no podemos conformarnos con ninguna tentativa que pugne contra Ia voluntad de Dios sobre su Iglesia por muy aprovechables que aparezcan las componendas nacidas de una mentalidad exclusivamente humana. De este Cristo-centrismo eclesiológico se irradia a Ia par luz para desechar como inautèntica cualquier postura que pretenda cifrar Ia unidad de Ia Iglesia en algo que, por muy grato y tradicional que nos resulte, no viene exigido radicalmente por el mensaje de Cristo a Ia comunidad. Si es imposible qui-
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