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La guerra de Bosnia fue un conflicto armado de índole política, cuyo desarrollo estuvo en manos de todos sus participantes: serbios, croatas, bosnios y las potencias internacionales intervinientes. Convirtiéndose en una de las contiendas más violentas desde la II Guerra Mundial, se emprendió en base a un nacionalismo extremista que terminó fragmentando a las seis hermanadas repúblicas que formaban la antigua Yugoslavia. Finalmente, el resultado mostró como culpable a un demonizado bando serbio que debió asumir la práctica, y aunque merecida, desequilibrada totalidad de responsabilidades, con consecuencias y secuelas aún tangibles a día de hoy. Esto fue posible, gracias al constante bombardeo de mensajes discursivos mediáticos emitidos por todos los contendientes. Orientados a proyectar una imagen victimista de sí mismos y culpabilizadora del enemigo, buscaban la intervención de las potencias internacionales como vehículo de resolución a las discrepancias. Para ello, se sirvieron de la abundancia y alcance característicos de los medios de los años 90, así como de una retórica creadora de realidades con gran carga emocional. A partir de aquí, emprendieron la construcción de una opinión pública manipulada y totalmente intencionada, al servicio de intereses individuales de los respectivos emisores, tanto en el ámbito nacional como en el internacional
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