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DOGMATICA
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no son de fiar (p. 33). Igual se diga de otras muchas afirmaciones que están apoyadas más o menos en el mismo principio: no fiabilidad para Ia presencia de Pablo en Ia lapidación de Esteban (p. 48), para su vinculación a Bernabé en Ia predicación de Antioquía (p. 65), para su papel más bien informativo en Ia asamblea de Jerusalén (p. 72), etc. También me parece desmesurada esa libertad que supone en otras narraciones de los Hechos, v. gr. en los relatos a partir de Ia prisión en Jerusalén (Act. 21. 27-28, 30) : «esa larga serie de prolijos relatos... corresponden a Ia obra literaria del narrador... que quiere poner ante los ojos de los lectores de su tiempo, en unos cuadros impresionantes, las relaciones entre cristianismo y judaismo en Ia conducta misma del insigne preso... habiendo utilizado para Ia narración dramatizada del viaje hasta Roma un material literario no circunscrito a Pablo en su forma original, completándolo de Ia manera más oportuna, tal como por otra parte sabemos de Ia literatura helenista novelesca y de viajes» (pp. 149153). ¿Hay base objetiva suficiente para esas afirmaciones? L. Turrado
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DOGMÁTICA
Ch. Duquoc, Dios diferente. Ensayo sobre Ia simbólica trinitaria, Trad. de A. Ortiz, Verdad e Imagen 56 (Salamanca. Ediciones Sigúeme 1978) 120 pp. Pequeño libro donde, con sobriedad expositiva y enorme poder de evocación, desde los fundamentos históricos del cristianismo y Ia problemática del hombre actual, se realiza un juicio de condena contra el Dios de Ia tradición filosófico-teológica. Reo es el «absoluto», un tipo de Dios edificado por el pensamiento filosófico-religioso, con independencia de Jesús y de su praxis (pp. 18-26). El juicio abierto comenzó ya en tiempo de Arrio y recibió su primera sentencia en Nicea; Arrio identificaba a Dios con el ser supremo de Ia metafísica griega, de ta) manera que el hecho y figura de Jesús se convertía en dato secundario, al condenar como herejía esa postura, fijando su fe en el «homousios», Ia Iglesia declaró que es imposible desligar a Dios de Jesucristo (pp. 27-38). En esta perspectiva se sitúa Ia visión del evangelio: Jesús no ha predicado ningún tipo de Dios como entidad suprema; Ie ha expresado en una acción liberadora (desde el transfondo de un Espíritu Santo concebido como energía de transformación) y Ie ha invocado íntimamente como a Padre (pp. 39-51). En esta línea se interpreta y recupera Ia historia israelita: frente a quienes consideran el antiguo testamento como documento doctrinal que ha fijado Ia imagen de Dios, Jesús Io entiende como testimonio de una acción liberadora donde Dios aparece básicamente como fuente y poder de libertad (pp. 52-66). Partiendo de aquí se interpreta Ia fe del nuevo testamento y de Ia iglesia antigua: el símbolo trinitario es Ia expresión de aqueUa voluntad radical de no separar a Dios de Ia acción liberadora de Jesús y del poder transformante del Espíritu (pp. 67-77). Hasta aquí Ia línea expositiva del Duquoc, con su intento por destacar Io que podríamos llamar Ia gran esquizofrenia del pensamiento cristiano, a) Por un lado, el Nuevo Testamento, Ia liturgia y Ia misma fe primitiva han combatido Ia existencia de una especie de «absoluto divino» independiente de Jesús y de su obra; de Dios sólo se habla en un contexto de
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