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EL DOMINIO DE LA NATURALEZA POR EL HOMBRE Y SUS POSIBLES IMPLICACIONES MORALES
ANTONIO PEINADOR, C. M. F.
El hecho innegable de una técnica y de unas ciencias naturales en constante progreso, cuyos límites reales tal vez no sea fácil predecir en Ia actualidad, presenta, con caracteres de aguda urgencia, el problema de Ia competencia o incompetencia de Ia ética natural o de Ia moral cristiana, para ingerirse en Ia actuación del poder que Ia inteligencia del hombre puede ejercer sobre Ia naturaleza. Nadie pone en discusión Ia oportunidad de los juicios éticos acerca de muchos puntos marginales, que pueden ir descubriéndose ocasionalmente al contacto del hombre con las cosas, con los valores o con las leyes que presiden el ser y el devenir de aquéllas y de éstos. No se duda, por ejemplo, del respeto que merece Ia propiedad ajena, Ia integridad psíquica o física del indivuo, los derechos inalienables de Ia persona o de las colectividades, Ia vida, etc. Se trata de Ia moralidad o de Ia amoralidad del dominio, en sí mismo, del hombre sobre las fuerzas naturales, sometidas a su inteligencia por voluntad del Creador. ¿Está sujeto a algunas normas objetivas, anteriores a Ia puesta en marcha del mecanismo racional humano, y, por tanto, distintas de aquellas sobre que se basan las apreciaciones morales, contingentes o circunstanciales, a que acabamos de referirnos? ¿o tiene un campo de acción ilimitado de suyo, sin ninguna clase de condicionamientos naturales o positivos, divinos o humanos? La cuestión ofrece hoy unas modalidades, por virtud de las cuales se ha hecho actual, actualísima. En el fondo de ella está precisamente Ia raíz de las divergencias que han aflorado, aun dentro del campo católico, a propósito de Ia tesis ventilada y resuelta, otra vez más, por el Magisterio de Ia Iglesia en Ia encíclica «Humanae vitae».
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