|
LA INTERCOMUNION EN SU FASE ACTUAL
por URSiClNO DOMINGUEZ DEL VAL
La invitación de Cristo a Ia unidad se hace sobre todo dolorosa ante Ia eucaristía, sacramento precisamente de Ia «unidad». Según el N. T., Ia Ultima Cena es Ia fuente de esta unidad y, al mismo tiempo, signo de Ia misma: «Y puesto que no hay más que un pan, todos somos un cuerpo, porque todos participamos de este único pan» '. «O sacramentum pietatis, o signum unitatis, o vinculum caritatis» 2, nos dice S. Agustín. A pesar de ello Ia eucaristía es signo de división entre los cristianos. Y las divergencias son tales que afectan a este misterio en varias dimensiones: en cuanto alimento, en cuanto sacrificio e incluso en Ia manera de celebrarlo. Es más, las divergencias se manifiestan no únicamente entre católicos y protestantes, sino entre las mismas Iglesias nacidas de Ia Reforma. Y este sacramento, que debe unir a todos, tratándose de Ia intercomunión, crea problemas de conciencia eclesiales y personales. Cualquier invitación o coacción a no respetar Ia disciplina de cada Iglesia o Comunidad cristiana está fuera de lugar, si partimos de una auténtica libertad. Aunque el problema de Ia intercomunión data de hace algunos años, el hecho ocurrido en París, rue de Vaugirad, el día de Pentecostés, 2 de junio de 1968, ha dado pie para hacer, si cabe, más actual el diálogo a nivel teológico iniciado hace tiempo. El hecho a que nos referimos es el siguiente. Un grupo de católicos y protestantes, en número de sesenta y uno si damos fe a las estadísticas, se reunieron para una celebración eucarística común, que llevaba consigo, naturalmente, Ia consagración del pan y del vino.
1. I Cor. 10, 17. 2. Tract. 26 in Joh. (PL 35, 1613).
|