|
EL M I L E N I O (Apoc. XX, i-6)
por ALBERTO COLUNGA, O. P.
El Apocalipsis es un libro lleno de misterios, dice San Jerónimo. Pero de todos esos misterios tal vez el más notable es el contenido en XX, 1-6, el reino de Cristo en Ia tierra por espacio de mil años. Es bien sabido por el testimonio de Eusebio, que Papías, obispo de HierápoUs en Frigia, siguiendo, decía él, Ia tradición de los presbíteros, enseñaba que Jesucristo reinaría mll años en Ia tierra y que ésta se distinguiría por su maravillosa fertilidad durante ese tiempo (H.E., IV, 39). Semejante afirmación se inspira sin duda en nuestro pasaje del Apocalipsis, interpretado más que, según Ia tradición de los ancianos, conforme a algunas tradiciones escatológicas del judaismo. Poco más adelante San Justino, discutiendo con el judío Trifón, afirmaba también un milenarismo espiritual, sentencia que el santo da por segura, aunque no faltasen en Ia Iglesia quienes Ia contradijesen (80-81). En los siglos siguientes fueron muchos los que sostuvieron semejante sentencia, si bien tampoco faltasen quienes Ia combatiesen. Los dos grandes doctores alejandrinos Clemente y Orígenes fueron de ese número. Sus tendencias a Ia exégesis alegorista les facilitaban el medio de desentenderse de Ia dificultad que el texto del Apocalipsis les ofrecía. Pero estaba reservado al genio de San Agustín el desterrar de Ia exégesis católica Ia extraña sentencia mllenarista, con La Ciudaa de Dios (XX, 7-13). Todavía no han faltado en los tiempos modernos quienes resucitasen un milenarismo, que consistiría en una época de extraordinaria prosperidad espiritual y de exaltación de Ia Iglesia en el mundo. El Santo Oficio ha tenido que intervenir con su autoridad para reprobar cierta interpretación mllenarista, que decian mitigada. Sobre todo, esta Idea ha brotado con fuerza en el campo protestante, defendiéndolo unos como una enseñanza divina del Apocalipsis y considerándola otros como un sueño del autor, que se habría inspirado en las concepciones escatológicas judías. El autor sagrado, después de Ia batalla de Harmagedon, en Ia cual son aniquilados por el Verbo de Dios las fuerzas que combatían contra Ia causa del Bien, dice: «Ví un ángel, que descendía del cielo trayendo Ia llave del
"Salmantlcensls", 3 (1956).
|