|
DUtogo Ecuménico t. XXXI, n. 101 (1996) 401-406
CRÓNICAS E INFORMES
«IN MEMGRIAM» DE MAX THURIAN (1921-1996)
I. LA NOTICIA DE LA MUERTE Y LA ACCIÓN DE LA MEMORIA
Mediaba el mes, cuando en plena canícula agostiza saltaba Ia noticia a los teletipos: el teólogo de Taizé moría por las mismas fechas en que había nacido. Max Thurian abandonaba para siempre los foros ecuménicos. De hecho, después de haber entrado en comunión plena con Ia Iglesia Católica, se había ido alejando de ellos poco a poco, a caballo entre su retirada a Ginebra y su reclusión en Ia vida monástica, a cuya restauración entre los protestantes había consagrado su vida. Sólo cortas estancias vacacionales en Nápoles Ie alejaban de sus escenarios habituales, y Ie permitían cumplir con su condición de sacerdote encardinado en Ia diócesis meridional italiana. Lejano quedaba ya aquel 5 de enero de 1942, cuando, en plena guerra mundial, se citaba con un joven sólo cinco años mayor que él, Roger Schutz, para secundar Ia aventura religiosa que hoy es Ia comunidad de Taizé. A los dos jóvenes suizos se les unirían otros dos compañeros y, de 1942 a 1944, esperando que el fin de Ia guerra les permita habitar Ia colina de Taizé, programaron Ia fraternidad ecuménica. El pequeño grupo, que atiende a los refugiados de guerra y comienza a ser frecuentado por jóvenes inquietos, recita el oficio divino en Ia drásticamente protestante catedral de San Pedro, en Ia Ginebra de Calvino, Ia ciudad donde había naci401
|