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Esta perspectiva hace comprender Ia naturaleza de Ia Iglesia. La Iglesia aparece entonces como Ia comunidad de Ia Nueva Alianza, que Cristo reúne en torno a él y por Ia cual él se hace presente en Ia historia; comunidad en Ia cual y por Ia cual Cristo realiza Ia salvación final del mundo. 3. Ahí se enraiza el ministerio eclesial. Puesto que Cristo no está presente sino con Ia comunidad, su ministerio en favor del mundo no se cumple, a Io largo de Ia historia, sino en y por el ministerio de esta comunidad. El ministerio de Ia Iglesia no es paralelo al de Cristo. El está en el ministerio de Cristo. Puesto que Cristo no está presente más que en el Espíritu —origen de al comunidad— ei ministerio eclesial es, por su naturaleza, carismático. El se lleva a cabo, de hecho, por una multitud de funciones que ejercen los miembros de Ia comunidad, según Ia diversidad de dones, que ellos reciben. No hay Iglesia de Cristo sin ministerios de Ia Iglesia, pero no hay ministerios sin Iglesia. Tampoco existen ministerios fuera o por encima de -Ia comunidad. Todos loe ministerios no encuentran sentido y razón sino en ésta. Esta naturaleza carismática del ministerio eclesial se manifiesta además en el hecho de que todos los ministerios tienen como finalidad servir al mundo, para llevarle a percibir, y luego a alcanzar su verdadero fin, el Reino de Dios. Es constituyendo Ia comunidad de los últimos tiempos, el Cuerpo de Cristo, como el ministerio de Ia Iglesia responde a <las necesidades últimas del mundo. 4. Esto da al ministerio eclesial su cualidad sacramental. Por [a palabra sacramental se quiere señalar que en todo ministerio de Ia Iglesia se halla significada y presente Ia realidad escatològica del Reino. Esta realidad es Ia gracia última, pero en tanto que ofrecida al mundo por un acto histórico —Ia vida, Ia muerte y Ia resurrección de Cristo— y por las realidades creadas de las que él ha hecho el memorial de su ofrenda. La palabra sacramental muestra igualmente que todo acto del ministerio es un acto de Ia comunidad, pero que. sin embargo, Ie es dado de Io alto por medio del ministro. Esta visión de Ia sacramentalidad del ministrio se enraiza, en el hecho de que Cristo es, a Ia vez, aquél a quien el Espíritu hace presente por Ia comunidad y aquél que da el Espíritu a esta comunidad. Si quiere respetar Ia verdadera relación de Cristo y del Espíritu, el ministerio debe manifestar este doble movimiento. 5. La comunidad, reunida en el Espíritu alrededor de Cristo, e)erciendo su ministerio en favor del mundo, tiene su fundamento en Ia comunidad de los Doce. El carácter apostólico de Ia Iglesia y de su ministerio se comprende desde esta luz. Por un lado, los Doce son Jos testigos de Ia vida histórica de Jesús, de su ministerio y de su resurrección. Por otro, en tanto que compañeros del Cristo escatológico, ellos unen cada comunidad a Ia comunidad de los últimos tiempos. El ministerio eclesial será, por tanto, llamado apostólico,
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En Ia primera de estas aproximaciones, el peligro está en no mostrar el lazo de Ia obra histórica de Cristo con Ia acción del Espíritu. En Ia segunda, se minimiza el lazo estrecho de Ia acción actual del Espíritu con Ia obra cumplida por Jesús durante su vida terrestre. Se tiende, por un lado, a deslizarse hacia una visión de Ia Iglesia en Ia que Cristo no está suficientemente ligado al Espíritu; y por otro, hacia una visión de Iglesia en que Ia acción del Espíritu peligra ser aislada de su relación con Cristo. Sólo se puede lograr una aproximación auténtica al ministerio, s¡ existe un esfuerzo por mantener unidos estos dos aspectos del misterio de Ia Iglesia. Los teólogos ortodoxos y católicos, que han participado en los coloquios de Chambesy (1972, 1975, 1977) y de Roma (1973, 1976) han pensado que, al hacer un bosquejo del ministerio recibido en común en Ia fe de sus iglesias, podían ofrecer sobre este punto importante una contribución válida al diálogo ecuménico. El lugar que sus dos tradiciones conceden al obispo les empuja a centrar su atención sobre todo en el ministerio episcopal.
1. Después de Ia manifestación del Espíritu en su bautismo Jesús ha cumplido su ministerio: anunciar Ia Buena Nueva, manifestar Ia llegada del Reino, testimoniar al Padre. En el mismo Espíritu, como sacerdote único de Ia Nueva Alianza, realiza el sacrificio de su propia vlda. Es el mismo Espíritu quien Ie ha resucitado. DeI mismo modo, después de Pentecostés, en Ia Iglesia que es su Cuerpo, quienes están encargados del ministerio, pueden cumplir únicamente en el Espíritu, los actos que conducen al Cuerpo a su pleno crecimiento. Tanto en Ia Cabeza como en el Cuerpo, el Espíritu y el ministerio son inseparables. 2. Si las implicaciones de esta forma de considerar a Cristo en el Espíritu son numerosas, con todo, pueden resumirse en dos puntos que imponen todo Io demás. — Por un lado, esta comprensión de Ia relación entre Cristo y el Espíritu impide ver a Cristo como un individuo aislado. En todo lugar, en donde él está presente en el Espíritu, tiene con él a su Cuerpo, Ia comunidad de los santos, de Ia que no puede ser separado, pues es el primogénito de una multitud de hermanos. — Por otro, esta comprensión de Ia relación entre Cristo y el Espíritu muestra que Ia presencia de Cristo es, por su naturaleza, escatològica. En efecto, allí donde obra el Espíritu, hace entrar Ia historia en los últimos tiempos (cf. Hech. 2, 17), revelando y trayendo ol mundo las arras de su destino final, que no es otro que Ia presencia del Reino en Ia creación.
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