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El diagnóstico de cáncer puede presentarse como una fuente de ansiedad y estrés capaz de hacer mella en el bienestar psicológico y en la calidad de vida de una persona. Sin desmentir ni descuidar el arduo proceso al que se someten las personas con cáncer, el presente trabajo se centra en tres dimensiones que, contrariamente y tras el diagnóstico, en ocasiones pueden ofrecer una función de ayuda o autodesarrollo para el paciente o persona que lo vive de cerca. Estas son: el sentido vital, la inteligencia emocional y la satisfacción que sentimos ante la vida
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