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Salmanticensis 52 (2005) 255-286
VOCES DEL DESIERTO. HISTORIA. TEOLOGÍA. ESPIRITUALIDAD
INTRODUCCIÓN El “desierto” es una palabra llena de resonancias, de polivalencias semánticas. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua ofrece dos acepciones. Como adjetivo, significa “despoblado, solo, inhabitado”. Y como sustantivo, “lugar despoblado por su esterilidad y falta de vegetación”. Ese es el sentido más común y popular, el más primario, evidente y pobre. Pero el término es susceptible de otras interpretaciones más hondas y universales considerado en su significación histórica y cultural, religiosa y social. Por ejemplo, cuando pensamos en los “Padres del Desierto” como realidad histórica de los primeros siglos del cristianismo, no se entiende bien lo del lugar “despoblado e inhabitado” porque ellos eran los habitantes de aquellos despoblados. Y tampoco lo de la “esterilidad y falta de vegetación”, porque a veces los ermitaños transformaron las inmensas soledades arenosas en vergeles florecidos. Además, desde la edad media, los nuevos ermitaños que poblaron Europa escogieron su hábitat no en los “desiertos” de arena, sino en medio de bosques y espesuras, como los de la Grande Chartreuse, de Premontré, de Citeau , de Vallombrosa, o del desierto de Las Batuecas y otros desiertos del Carmelo teresiano. Esos lugares desérticos e inhóspitos se convierten, en ocasiones, en teofánicos. En ellos, y en algunos montes privilegiados, los profetas de Israel tuvieron una percepción clara de que Dios-Yahvé era un ser viviente, que los utilizaba para revelarse al pueblo. Moisés y el profeta Elías en el A. Testamento, Cristo y san Juan Bautista en el N. Testamento, son tipos privilegiados que encarnan los valores religiosos a los que aludo. Los “Padres del Yermo”, fundadores de lo que hoy conocemos como “vida religiosa”: monjes, frailes, institutos
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