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SOBRE TEOLOGOS Y OBISPOS
La Iglesia es, por variados motivos, una institución muy singular, en Ia que abundan los rasgos originales, sin parigual en otras sociedades o corporaciones de características más o menos análogas. Uno de estos rasgos es Ia coexistencia al interior de Ia comunidad eolesial de dos instituciones docentes. En efecto, junto a Io que comúnmente se conoce por -magisterio eclesiástico», esto es, el magisterio jerárquico de los obispos, se da también en Ia Iglesia otro, de índole académico-técnica encarnado en los teólogos. Si bien ambos magisterios tienen un objetivo último común (a Ia postre los dos persiguen Ia edificación del pueblo de Dios en Ia fe y Ia propagación efectiva del evangelio), las funciones y el modus procedendi de uno y otro son diversos. Sin perjuicio de tornar más adelante sobre esa diversidad, conviene bosquejarla ya ahora sucintamente. A los obispos compete proponer auténticamente Ia fe de Ia Iglesia, tutelar su integridad, garantizar Ia continuidad e identidad de su confesión a través de Ia pluralidad de interpretaciones, formulaciones y acentuaciones que tal confesión va adoptando en Ia historia para mejor responder a las demandas de cada situación. El magisterio episcopal sirve así de punto de referencia, de centro de unidad en Ia lícita diversidad, de autoridad legitimadora y, eventualmente, de instancia arbitral y decisoria en todo Io tocante a Ia pureza de Ia doctrina. Los teólogos, por su parte, ocupan las líneas de vanguardia de Ia reflexión creyente. Lo que significa que a ellos concierne no sólo el esclarecimiento y organización sistemática de Ia fe recibida, sino también su reformulación en categorías significativas para situaciones histórico-culturales cambiantes y, sobre todo Ia exploración de nuevas vías de acceso al misterio de Ia palabra revelada y el sondeo en profundidad de sus virtualidades inéditas.
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