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JUAN PABLO Il DISCURSO A LOS PROFESORES DE TEOLOGIA*
Queridos hermanos: 1. Como en mi viaje a Alemania, he deseado en esta visita a España tener un encuentro personal con vosotros, los profesores de teología en las Facultades y Seminarios, Me une cordialmente a vosotros el recuerdo de mi docencia universitaria, teológica y filosófica, en Polonia, y sobre todo Ia persuasión de Ia función relevante de Ia teología en Ia comunidad eclesial. Por eso ya en mi primera Encíclica, Ia Redemptor hominis, escribía: «La teología tuvo siempre y sigue teniendo una gran importancia, para que Ia Iglesia, Pueblo de Dios, pueda de manera creativa y fecunda participar en Ia misión profética de Cristo» (n. 19). Para encontrarme con vosotros he escogido esta célebre y hermosa ciudad de Salamanca, que con su antigua Universidad fue centro y símbolo del período aureo de Ia teología en España, y que desde aquí irradió su luz en el Concilio de Trento, contribuyendo poderosamente a Ia renovación de toda Ia teología católica. El breve tiempo de que dispongo, no me permite evocar todas las egregias figuras de aquella época. Pero no puedo menos de mencionar los nombres del exegeta, teólogo y poeta Fray Luis de León, del «Doctor Navarrus» Martín de Azpilcueta, del maestro de maestros Francisco de Vitoria, de los teólogos tridentinos Domingo de Soto y Bartolomé de Carranza, de Juan de Maldonado en París, de Francisco de Toledo y Francisco Suárez en Roma, de Gregorio de Valencia en Alemania. ¿Y cómo olvidar a los «doctores de Ia Iglesia», Juan de Ia Cruz y Teresa de Jesús?
* Discurso pronunciado el 1 de noviembre de 1982 en el Auditorium «Juan Pablo II» de nuestra Universidad ante una amplia representación de los profesores de las Universidades Eclesiásticas y Facultades de Teología españolas.
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