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REDC 53 (1996) 553-610
DENUNCIAS, SANCIONES Y PROCESOS POLÍTICOS
A CLÉRIGOS DURANTE EL RÉGIMEN DE FRANCO
SACERDOTES PRISIONEROS POLÍTICOS EN LA POSTGUERRA
La cuestión de los procesos políticos a los clérigos fue una de las mayores fuentes de conflictos entre la Iglesia y el Estado durante los años iniciales y finales del Franquismo. Uso el término «proceso» en sentido político, excluyendo los procesos de carácter civil o penal, que el Estado hizo con mucha discreción y reserva, sobre todo durante la guerra y los primeros años de la posguerra 1 . El problema de los prisioneros políticos o de guerra fue sin duda uno de los más graves que se le planteó al Gobierno nacional a medida que fue ocupando territorios, y un año después de la victoria continuaba creando graves preocupaciones desde el punto de vista político, no obstante que Franco dijese en varias ocasiones que deseaba resolverlo con generosidad. La causa principal de las dificultades estaba en el número inmenso de los presos y en la insuficiencia de las cárceles, que podían acoger habitualmente entre 20 y 25.000 personas y al terminar la guerra llegaron a tener hasta casi 275.000. Según cálculos oficiosos relativos a 1940, el número total de reclusos ascendía a 272.387, divididos de este modo: condenados, hombres 95.160, mujeres 8.714; procesados, hombres 120.580, mujeres 10.551; detenidos, hombres 34.378, mujeres 3.004. La aglomeración, por consiguiente, era enorme en todos los lugares habilitados para cárceles (colegios, conventos y algún seminario), los prisioneros dormían en modestos colchones, colocados a pocos centímetros de distancia unos de otros, en pasillos, gale-
1 En plena guerra civil, durante el otoño de 1938, las autoridades judiciales de Burgos instruyeron un proceso contra algunos religiosos, acusados de contrabando de divisas. Estos hechos suscitaron gran desconfianza hacia las órdenes religiosas. Sin embargo, Franco dio órdenes para que los procesos se hicieran con la máxima reserva y por cuanto posible bajo secreto. Los detenidos pudie ron llevar una vida ordinaria y no fueron sometidos a vigilancia especial. El nuncio Cicognani fue a visitarlos y se ocupó personalmente de estos casos. Franco trató de evitar el escándalo y los comentarios desfavorables contra los frailes.
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