|
SPINOZA Y EL CRIST^NISMO
I. INTRODUCCIÓN Recordemos Io obvio para empezar: Spinoza no fue cristiano ni perteneció a ninguna otra confesión en su vida adulta (Ia temprana y muy consciente salida del judaismo fue un paso deliberado hacia Ia independencia en todos los sentidos), Io cual nos sitúa de entrada en una posición de clara distancia. Sus enemigos, pertenecientes a diversas creencias e ideologías, Ie atacaron con ferocidad incansable como ateo manifiesto y corruptor de toda moral, pero al menos algunos vieron en él no sólo al «ateo de sistema y de un método totalmente nuevo», sino también al «hombre de trato fácil, afable, honrado, cumplidor y muy ordenado en sus costumbres. Esto resulta extraño; pero, en el fondo, no hay que sorprenderse más de ello que de ver a gente que vive muy mal a pesar de que tiene plena fe en el evangelio» 2. Esta aguda diferencia entre Ia fe y las obras apunta de lleno al modo en que Spinoza planteará a su vez las críticas al cristianismo, según veremos. Su objetivo general es contrastar razón y superstición, por un lado, y lograr Ia paz civil en una época ensangrentada como pocas con luchas político-religiosas, por otro. Al fondo, se trata de anteponer Ia autonomía responsable y consecuente del individuo, hasta sus últimas consecuencias éticas y políticas, frente a Io que considera heteronomía a veces claudicante. Spinoza no cuestiona las convicciones de cada cual, aunque no las comparta, sino las actitudes que las acompañan y, sobre todo, los efectos visibles que de ellas se derivan. Y esto Io somete a riguroso examen racional, sin concesiones ni disculpas.
1 Este trabajo corresponde a mi participación en eI Seminario sobre Postcrisíianismo dirigido por D. Olegario González de Cardedal en 1999-2000, bajo eI auspicio del Colegio de Eméritos, 2 P. Bayle, «Spinoza (1697, 1702)», en A. Domínguez (comp.), Biografías de Spinoza, Alianza Editorial, Madrid 1995, pp. 81 y 83, respect.
|