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EL «PALACIO DE LA MEMORIA»: LAS «CONFESIONES» (X, 8) AGUSTINIANAS Y LA TRADICIÓN RETORICA ESPAÑOLA
«...has de fingirte dentro tu misma cabeza, como que te vas andando por Ia calle, o por Ia iglesia. Por el Palacio, o por casa o por claustro, o escalera subiendo de grada en grada...». (F. A. de Artiga, Epítome de ki Elocuencia Española, Huesca, 1692) Es muy grande el peso modeuzador que Ia obra toda de San Agustín alcanza dentro de los discursos de teoría literaria, encargados de construir, durante el Siglo de Oro español, las diversas preceptivas que circulan por Ia época; incluso puede afirmarse que esos límites son rebasados —más allá del Seiscientos— y Ia figura gigantesca del «orador cristiano» por antonomasia, se proyecta todavía en esos otros tratados de retórica que, ya en pleno siglo xviii, atestiguan tanto Ia decadencia de Ia práctica forense, como el retroceso del Ars praedicandi. A Io largo de este período —siglos xvi, xvii y, en menor medida, el xviii—, definido por Ia proliferación de esos metalenguajes —textos que se ocupan de cómo deben producirse los discursos—, que van perdiendo poco a poco su carácter normativo y hasta su vigencia de uso, Ia obra general de San Agustín va a ser reexaminada, incluida, por vía de exemplum, en aquellos. Engastados en el seno de estos dispositivos que son las retóricas, los fragmentos del discurso agustiniano nos van a ser propuestos como cima de lenguaje. La categoría de Io sublime —estilo supremo que corona toda organización «literaria» de Ia lengua— es aplicada con reiteración por nuestros teóricos a los pasajes agustinianos, propuestos una y otra vez como modelos en el seno de las instituciones pedagógicas. Es desde esta perspectiva, desde Ia cual puede comprenderse el hecho de que Gracián abra su Agudeza y Arte de Ingenio incluyendo a San Agustín (junto con San Ambrosio, Marcial y Horacio) en ese
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