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LIBROS DE LOS PROFESORES Salmanticensis 63 (2016) 495-495
Mª Dolores López Guzmán, Aquí en el cielo, Santander 2016, 245 p.
Jesucristo ofrece un horizonte infinito a nuestra existencia finita. Pretender vivir prescindiendo de ello es cortar las alas que el mismo Dios nos da. Hay “aire” y “aliento” más allá de nuestra corta y a veces asfixiante existencia, que alivia nuestras heridas y anima a vivir con esperanza. Por eso es tan importante contemplar la vida eterna que nos ofrece.
La vía de acceso más segura a la realidad celestial es la persona de Jesús, pues ha venido desde allí para estar con nosotros y mostrárnosla. No hay mejor “lugar” al que acudir que Él. Y al hacerse hombre, hay algo de la vida eterna que se puede “ver” y “oír”, y también “gustar”, “oler”, “palpar”, incluso “entender”… en este mundo. Por eso la parte principal del libro está centrada en lo que los sentidos corporales y su correlato espiritual permiten vislumbrar del misterio de la eternidad. La Encarnación ha obrado el milagro. La contemplación de la humanidad de Jesús no solo permite esbozar su rostro, empaparnos de su persona o asomarnos al universo de la Trinidad, sino captar la potencialidad de nuestra propia humanidad, que Él hizo suya, y que remite al cielo.
La finalidad última sería caer en la cuenta de que la vida eterna no es una consecuencia de la vida terrena sino su razón de ser y su fuente de inspiración. El carácter incompleto y quebradizo de este mundo encuentra en el Eterno el espejo donde mirarse y donde reconocer su llamada. No es la Tierra la que atrae todo hacia sí, sino el Cielo que seduce a cualquiera con su oferta de liberación definitiva y agradable compañía.
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