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ACT UALIDAD
N E C R 0 L 0 G I CA
Sin cumplir aún un año nuestra RBViSTA, ya Ia muerte Ia ha visitado, abriendo un hueco en las filas de sus suscriptores. Razón será dedicar únas ílneas a Ia polifacética flgura de quien Io llenaba, por tratarse de un excelente canonista español. Don José María Goy González, En el Palacio Episcopal de Vitoria, donde residía, coronó santamente su diiatada carrera este ilustre sacerdote, Vicario general de aquella diócesis y Auditor numerario del Tribunal (actualmente en suspenso) de Ia Rota española. Nacido, de linajuda familia, en Asto.rga (-1877), en su mismo seminario, tradicional y rico plantel de esclarecidos prebendados, inició los estudios eclesiásticos, que paso a completar a Salamanca. Frecuentó allí con lucimiento aque! "Colegio de estudios superiores eclesiásticos", que con visión tan clara y levantados designios trazó el gran Obispo agustino P. Cámara, queriendo en él para España Io que años después había de ser Lovaina para Bélgica. De entonces nos han quedado entre sus papeles dos prometedoras muestras. Sus apuntes de clase, uniformes, claros y esmerados, prentia de su futura laboriosidad. Y el panegírico que predicó en Ia fiesta de San Raimundo de Peñafort en 1912, año de su ordenación, en el que se preciben claros sus amores a Ia Iglesia y a España, que habían de orientar su vida. Meses después volvía a su diócesis y en concreto al Seminario. Lo que esto suponía habría de contarlo, ya al fin de su vida, en una conferencia que sobre Seminarios dió en León: Clase de ocho y media a once de Ia mañana y'de dos a cinco de Ia tarde. Y una retribución tan insuficiente que no ya el ayudar a su familia, sino aun Ia misma vida resultaba imposible. "La imperiosa nece.«idaddevivir—decía textualmente—me hizo coger los libros bajo el brazo y lanzarme limpiamente de catedral en catedral al calvario de las oposiciones." Su claro talento y no comunes dotes Ie hicieron triunfar después de un par de intentos. En 1907 obtenía Ia canonjía doctoral de Calahorra. Poco después iniciaba su "cursus honorum" con el cargo de Provisor y Vicario general, que retuvo durante largos años. Al marchar de aquella diócesis, para Ia de Santander, el Obispo don José Plaza Ie llevó consigo, continuando de Vicario general y haciéndole Maestrescuela. Al morir el señor Plaza quedó de Vicario capitular durante Ia vacante. Por entonces, poco más o menos, se Ie ofreció, en carta que se conserva, Ia Mitra de Cádiz, que él se negó a aceptar, siendo nombrado en 1928 Auditor de Ia Rota, en cuyas tareas participó activamente hasta el cese de este tribunal.
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