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Agustín, guía de peregrinos
Hacia una teología agustiniana de Ia peregrinación Para conocer el alma de san Agustín hay que ir al fondo de sus gemidos y ansias de peregrino, es decir, de un ser en destierro que llora junto a los ríos de Babilonia, suspirando por el eterno descanso. Fácilmente nos Io imaginamos, recordando cuadros artísticos, sumergido en meditación, rodeado de volúmenes, que Uevan los títulos: De Trinitate, De civitate Dei, Confessiones, manejando rollos de pergamino a Ia luz de Ia pobre lámpara o de Ia que entra por un ventanuco. Pero con igual derecho podríamos imaginarle con su traje de peregrino y su bordón de viaje, seguido de multitudes de gentes diversas, que desfilan detrás de él, cumpliendo su consejo: Canta et ambula 1. La vida cristiana tuvo para él un sentido de romería: «Toda Ia vida cristiana es un santo deseo de caminar a Ia patria eterna. El día en que tú dices: ya basta, estás perdido. Adelante siempre, avanza siempre, semper ambula. No te quedes en el camino, no te vuelvas atrás, no salgas de él. El que no avanza, retrocede-, el que abandona Ia fe, pierde Ia ruta; más seguro va el cojo por el camino, que el corredor fuera de él» 2. Estas palabras parecen de una arenga de peregrino a peregrinos. El status viae, que define Ia existencia cristiana, adquiere en estas fórmulas, que se han hecho célebres en Ia historia de Ia espiritualidad, una consagración programática y esencial. Subyace en ellas toda una teología de Ia peregrinación, y una actualidad que compite con Ia teología de Ia
1 Sermo 256, 3 PL 38, 1193. 2 Sermo 169, 15 PL 38, 926.
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