|
Contemplado Veri in simplicitate cordis
Dios vive conociendo su propia esencia, y conociéndose a Si mismo, ama su conocimiento, y ese acto único e idéntico de conocer y amar es simultáneamente su felicidad esencial. En este acto simplicísimo radica Ia vida ad intra de Dios Trino. El hombre, creatura racional e inteligente, que es Ia imagen impresa en Ia creación visible más semejante a su Creador, vive su verdadera vida, conociendo, viendo, a su Creador y Dios; y siendo Este su único y supremo Fin, tiene razón de Bien, que atrae, por tanto, su adhesión y amor. Este conocimiento amoroso constituye su felicidad indeficiente y su vida activa y perfecta. Ese conocimiento es una visio o contemplatio de su objeto sumo, y en El conoce comprehensivamente los seres que no son Dios. Contemplando a Dios con mirada directa e inmediata, intuitiva, Ia inteUgencia creada contempla Ia Verdad, Principio y razón ejemplar de todos los seres, distintos de Dios. Cuanto más se asemeja el sujeto cognoscente al objeto de su contemplación por cierta connaturalitas con él, más se une a su objeto, y con mayor fruición propia Io posee, dando a su vida intrínseca y esencial toda Ia actividad y perfección posibles. La contemptotio Veri prerequiere, pues, una adaptación a Ia Verdad esencial en el sujeto cognoscente por una virtud o disposición habitual, que perfecciona y eleva Ia potencia intelectiva y Ia mirada afectiva del espíritu por semejanza y analogía en el ser y en el obrar. A esa connaturalitas con Ia
|