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En torno a Ia pronunciación latina
l.—NE QUID NIMIS
Se está escribiendo tal vez demasiado sobre este tema y a veces con demasiada ligereza. Con ello, entre otros males, se corre el peligro de dar al asunto una importancia que no tiene. Es muy significativo que, entre tantos documentos de los últimos Romanos Pontífices recomendando el estudio y el uso del latin t ninguno de ellos haga hincapié en punto a Ia pronunciación. Los textos de Ia Santa Sede que hoy se aducen a este respecto van quedando retrasados y, en todo caso, fueron formulados en cartas particulares y con una finalidad concreta, Ia de uniformar el canto gregoriano. Que en Ia enseñanza y en Ia lectura corriente del latín se siga Ia pronunciación clásica, Ia nacional o Ia italiana, nada dice sobre ello directamente Ia Iglesia. Lo deja al dictamen de los sabios y al buen criterio de los maestros. Si alguna fuerza tienen los documentos pontificios, es con respecto a Ia pronunciación de aquellos pueblos que, como el francés, desfiguran de tal forma el latín, que Io hacen casi ininteligible. En Io que sí insiste Ia Iglesia en repetidos documentos —y esto sí que tiene importancia máxima— es en que no disminuya ni en tiempp ni en fervor Ia dedicación a Ia lengua latina; en que se conceda al latín —sobre todo en Ia formación de los eclesiásticos— el puesto de honor que Ie co~ rrespondet con el griego y Ia lengua nacional. Como si fueran pocos los anteriores documentos, ahí está —bien reciente por cierto— Ia reiterada recomendación del Pontífice reinante, Juan XXIII, de Ia que nos ocupamos en las primeras páginas de este mismo número de «HEXMANxicA». Que se intensifique el estudio del latín por todos los medios posibles, máxime en esta era de afán desmedido por Ia técnica y de las ciencias aplicadas, Hoc est opus, hic labor. Lo otro, que el latín se pronuncie a Ia italiana, a Ia española o a Ia clásica, no representa un problema serio. Mientras sea buen latín, será fácil Ia mutua inteligencia. ¿No existen también diferencias notables entre el alemán, el inglés y el español de las diferentes regiones y esto no obstante, unos entienden a otros con facilidad? Y dentro mismo del latín, ¿no había diferencias de pronunciación, ya en Ia época clásica, en las diversas zonas del vasto imperio romano? El propio Cicerón nos habla (Pro Arquia, 26) del pingue quiddam sonantüms atque peregrinum de los poetas cordobeses.
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