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ESTUDIOS
EL PROYECTO ECUMENICO DE LEIBNIZ
Desde sus años juveniles, antes del viaje a París que marcaría su gran entrada en el mundo científico e intelectual de Ia Europa de entonces, Leibniz comenzó a ocuparse del problema ecuménico a solicitud de Boineburg, a cuyo servicio se desempeñaba. Durante toda su vida continuó desarrollando teóricamente su proyecto para Ia reunión de las Iglesias cristianas y realizando gestiones diversas para ponerlo en práctica, si bien con escaso éxito. Pero este aspecto del ecumenismo leibniziano —el más conocido sin duda—no agota, ni mucho menos, los propósitos de un pensador fuertemente influido por el Irenismo, entre otros de Cherbury, y convencido de que todo el género humano poseía, de modo más o menos consciente, verdades universales que era necesario esclarecer y hacer del todo claras; verdades que, según Leibniz, confirmaban Ia superioridad del Cristianismo sobre otras religiones, pero también Ia no contradicción esencial entre los puntos de vista fundamentales de éstas y del Cristianismo, sobre todo en el caso de las religiones monoteístas, pues los resultados de Ia actividad de Ia razón alcanzan su forma superior a través de Ia Revelación, que los eleva a un grado de perfección que Ia razón, con su luz natural, nunca podría alcanzar por sí misma. Esta premisa gnoseológica devendría el principio fundamental para Ia construcción del proyecto ecuménico leibniziano.
LA CORRESPONDENCE ENTRE FE Y RAZÓN En 1669, poco después de conocer al barón de Boineburg, Leibniz escribió el opúsculo Confessio naturae contra Atheistas, publicado anónimamente, donde defendía una idea de F. Bacon: si el cultivo de las ciencias puede alejar en principio de Dios, su profundización puede acercar más a El l . En este tra-
1 Cf. Dutens I, p. 5 (Leibniz, Opera Omnia, ed por L. Dutens, 6 t., Genevae 1768); K. Okruhlik, 'The status of scientific laws in the Leibnizian System', en K. Okruhlik and J. R. Brown (eds.), The Natural Philosophy of Leibniz, Dordrecht 1985, pp. 151-170; P. Schrecker,
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